En torno a la doctrina bíblica de la Santa Cena
En torno a la doctrina bíblica de la Santa Cena
¿Presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo?
En esta entrada nos acercaremos, a través de la reflexión de
un texto bíblico, a la doctrina cristiana del Sacramento de la Santa Cena.
Muchas veces este Sacramento (latín sacramentum,
griego mystērion) es llamado Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía,
'acción de gracias') y es de Lc 22:19 de donde proviene este término. Pues
precisamente, ese "dar gracias" en griego es εὐχαριστήσας
(eucharistesas). De ahí proviene la palabra Eucaristía.
Entorno al sacramento de la Santa Cena o Eucaristía, muchas veces se argumenta que no hay demasiada evidencia bíblica para construir una teología profunda que no sienta necesidad de caer en la simplificación espiritualista de las iglesias reformadas o peor aún, en el mero simbolismo en el que caen las corrientes anabaptistas, los dos alejados de la verdadera fe católica, la cual enseña que, en este sacramento, recibimos a Cristo realmente, esto significa que el Señor se encuentra presente en cuerpo y sangre como lo enseña su palabra.
En la Fórmula de la
Concordia (Epítome, V II, 6-7):
" Creemos… que en la Santa Cena el cuerpo y la sangre de Cristo
están real y esencialmente presentes y que
realmente se distribuyen y se reciben con el pan y el vino”
La fe luterana, católico-romana, ortodoxa y anglicana afirma y
enseña esta doctrina, aunque con algunos matices respecto a precisiones metafísicas que
intentan explicar la relación entre los cambios de accidentes y substancias, entendidas en el marco de la filosofía aristotélica y que luego retomaría la escolástica
con su mayor exponente, Santo Tomas de Aquino. Aun sopesar de estas
diferencias, está más que claro que la doctrina del sacramento eucarístico mantiene
una uniformidad, en cuanto al objeto material, dentro del cristianismo.
Pero, retomando a aquella falsa acusación, de que en sentido estrictamente bíblico no hay fundamentos suficientes para recibir la enseñanza católica de la presencia real de Cristo en la Santa Cena y con esto, los beneficios que de ella se desprenden, sino que la escritura revela que esta institución divina actúa como mero memorial y que solo comunica por medio de los sentidos, el recuerdo de la participación de la gracia de Dios en la obra salvífica de Cristo, y en esta linea, la comunión es un acto puramente racional que mueve por medio de la relación intelectiva entre el símbolo y su significación al hombre a tomarse de la promesa de la redención, comprobaremos que no solo es falsa acusación sino también que las Sagradas Escrituras revelan claramente que:
- Que el pan y el vino en la Santa Cena son verdadero Cuerpo y Verdadera sangre de nuestro Señor.
- Que no es un mero memorial, sino una participación real del cuerpo y de la sangre del Señor.
Pongamos atención al siguiente texto que nos servirá de punto
de partida y de fundamento:
Santo Evangelio según San Juan
6:48-59
Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron
el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo,
para que el que de él come, no muera.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este
pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por
la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre
sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del
Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El
que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el
día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como
me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él
también vivirá por mí.
Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron
el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas
dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
En esta porción del Evangelio de San Juan, el apóstol nos
recuerda la promesa del Maestro de dar un
pan de vida que no perece, sino que no permanece para la vida eterna (Jn
6:27). Este pan de vida es- según la interpretación del mismo Jesús- El mismo (v.48).
La comida de este pan se hace no solo por la fe, sino también
de otra manera. Es, en efecto, un pan que El dará y que dice ser su carne (v.51); y así lo entienden
los judíos: comer de la propia carne de Jesús (v.52). Lo mas interesante de
esta conversación es que Jesús no los disuade de su literalidad, cosa que si
hizo con Nicodemo en la conversación de capitulo 3 del mismo Evangelio.
Nicodemo manifiesta entender literalmente las palabras referidas al nuevo
nacimiento, sin embargo Jesús explica que sus palabras son en sentido
espiritual, que el nuevo nacimiento es interior por la obra del Espíritu Santo.
Pero no solo no los disuade de la interpretación literalista
de sus palabras, sino que reafirma esa interpretación mencionando la necesidad
de beber su sangre:
“Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebieres su sangre no tendréis
vida en vosotros” (v.53)
Pero Jesús pone de manifiesto que quiere que sus palabras
impriman su carácter literal en las mentes de sus oyentes y triplica la
apuesta:
“Porque mi carne <es> verdadera comida, y mi sangre <es>
verdadera bebida” (v.55, énfasis agregado)
La pregunta que surge ahora es la siguiente: ¿Dónde tuvo
lugar el cumplimiento de estas palabras? Tuvo lugar en la última cena pascual
celebrada por Jesús con sus apóstoles. Las palabras con las que instituye el
sacramento y que manda a repetir, indican la identidad de aquello que tomo, el
pan no es solo pan, es su cuerpo. Lo mismo sucede con el vino, Cristo mismo
establece la identidad del mismo, el vino no es solo vino, sino su sangre, sangre del Nuevo Pacto que es derramada por muchos para
el perdón de los pecados (Mt 26:28).
Por esto podemos afirmar que esta comida y bebida del pan y
del vino consagrados son el cumplimiento
de la promesa hecha en el sermón del pan de vida.
En este símbolo, de comida y bebida, están el pan y el vino (también
llamadas especies) están instituidos como el elemento externo, que como un
recurso pedagógico necesario por nuestra necesidad de conocer las cosas por la
experiencia sensitiva, y luego de las palabras de la institución, que son el
elemento determinante que fijan lo que
hay debajo de las especies y comunican a estas su valor sagrado se produce lo
que los luteranos llamamos unión sacramental.
Cuando me refiero a recurso pedagógico departe de Dios en la utilización
de elementos materiales, como el pan y el vino, hago eco de la voz de San Juan Crisóstomo,
que subrayo repetidas veces la condescendencia
divina, en las cuales Dios se acomoda al lenguaje humano, para ser
entendido de los hombres, excluido claro del error.
En la unión sacramental se une el pan consagrado con el
cuerpo de Cristo y el vino consagrado se une a la sangre de Cristo en virtud de
la institución originaria de Cristo con el resultado de que cualquiera que coma
y beba estos "elementos" —el pan y el vino consagrados— realmente
come y bebe el cuerpo físico y la sangre de Cristo también. (En otra oportunidad trataremos el tema de la unión sacramental y la transubstanciación).
Este punto de vista fue presentado por Martín Lutero en su
Confesión de la Cena de Cristo de 1528 :
Entonces, ¿por qué no deberíamos decir mucho más en la Cena: "Este
es mi cuerpo", aunque el pan y el cuerpo son dos sustancias distintas, y
la palabra "esto" indica el pan? También aquí, de dos tipos de
objetos, se ha producido una unión, que llamaré "unión sacramental",
porque el cuerpo de Cristo y el pan nos son entregados como sacramento. Esta no
es una unión natural o personal, como es el caso de Dios y Cristo. También es
quizás una unión diferente de la que tiene la paloma con el Espíritu Santo y la
llama con el ángel, pero también es seguramente una unión sacramental.
Brevemente, hemos podido comprobar como la doctrina eucarística
que recibimos los cristianos católicos, ya sean luteranos, católico-romanos,
ortodoxos o anglicanos, confiesa que, en la sagrada comunión, el creyente participa
realmente del cuerpo y la sangre de Cristo.
Queda de manifiesto que no es solo una presencia espiritual
como enseñan las iglesias reformadas ni tampoco un memorial que se esconde detrás
del símbolo del pan y el vino.
Las sagradas escrituras nos enseñan que los misterios divinos
son inescrutables, que debemos creer en las palabras de Jesús aun cuando nos
exceda nuestra capacidad de comprensión, puesto que su doctrina no es de
hombres, sino de Dios. Quienes niegan esta doctrina han ido demasiado lejos en
sus razonamientos, han cambiado la fe en el Evangelio por un espíritu racionalista
propio del modernismo. Aun así, y a pesar de sus errores, creemos que por gracia
y misericordia de Dios, los beneficios del sacramento les son comunicados a
todos aquellos que, dentro de estas denominaciones, son verdaderos cristianos.
Rvdo. Gabriel Burgueño.
Qué hermoso testimonio de Fe. Gracias Rvdo.
ResponderBorrarQuerido hermano y amigo, gracias por tu visita a mi blog.
BorrarExcelente aporte Pastor Gabriel, comparto su análisis del texto de Jn. 6, aunque tradicionalmente los luteranos prefieren dejar de lado ese texto para fundamentar nuestra fe en el sacramento!
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