Sobre la "Cuestión Sinóptica". Una respuesta de Leonardo Castellani a las peripecias de los exegetas modernos.
EL EVANGELIO DE JESUCRISTO
LEONARDO CASTELLANI (Cap VI &VII)
Padre Leonardo Castellani
VI. La Cuestión Sinóptica
Llámase Cuestión Sinóptica al problema que plantearon a la crítica protestante las coincidencias y las divergencias de los tres primeros Evangelios; que por un lado tienen multitud de frases, giros y episodios que parecen copiados literalmente; y por otro tienen disidencias que parecen hasta contradicciones; como por ejemplo, el ciego de Jericó de Marcos y Lucas, que son dos ciegos en Mateo; y el milagro de su curación “al salir de Jericó' según Mateo y Marcos, “al aproximarse a Jericó” según Lucas.
Este fenómeno literario llamó la atención desde el primer momento: el pagano Celso, en su obra contra los cristianos (Alethé Logos o Sermón Veraz Contra los Cristianos) lo usó para enfermar la confianza en los Evangelios, y tratar a los Evangelistas de novelistas; y San Agustín escribió una obrita para responder a esta dificultad, llamada De Consensu Evangeliorum. Mas para los antiguos no pasó jamás de dificultad –que resolvían en forma más o menos aproximada– y nunca se convirtió en problema.
Mas la crítica protestante, vuelta ya decididamente racionalista y anticristiana, resucitó a Celso; y la dificultad se vuelve problema y comienza a henchir mamotretos y manuales, hasta hacer un lío inextricable. Pues bien, la psicología lingüística actual ha cortado ese enredo con la espada de Gordium, de un solo tajo: era un falso problema, una cuestión mal puesta. Lo cual no impide que hoy, a 30 años de la solución irrefragable, mamotretos y manuales sigan copiándose unos a otros “la cuestión sinóptica”; y las dos Biblias castellanas modernas que tenemos (Bover y Nácar-Colunga) sigan hablando absurdamente de “el paralelismo del “verso” [?] hebreo, el problema insoluble de la métrica [?] de la poesía [?] hebrea, las fuentes escritas perdidas del PRIMER Evangelio, la dependencia de Marcos para con Mateo”, etcétera. Todas ésas son antiguallas y pruebas de ignorancia. No se han enterado aún. Los sabios no son curiosos.
San Agustín cayó en la explicación de la interdependencia de los Evangelios, porque no tenía más remedio, ignorando las leyes del estilo oral, y considerándolos por ende libros escritos, como los de su tiempo, como los suyos mismos. Esto era inevitable. De modo que dice: “...Y aunque cada Uno de los Evangelistas parece haber seguido su propio orden narrativo, sin embargo se ve que ninguno escribió ignorando al precedente; ni que haya omitido las cosas que no sabía pero encontraba en el otro; mas, así como cada uno fue inspirado de Dios, así también se ayudó de la obra de los otros. Y así Marcos parece haber seguido como pedísecuo y resumidor a Mateo. Solamente con Juan no coincide en nada; propio suyo tiene muy poco, coincidente con Lucas tiene algo, mas con Mateo muchísimo; y tiene muchísimo consonante, o con Mateo solo o Con los otros, al píe de la letra”15
No se puede poner mas netamente la Cuestión Sinóptica, y la solución más simple... y falsa: la llamada de “interdependencia”.
Esta no es una cuestión académica, ni de mera curiosidad, ni siquiera de importancia subordinada, sino capital; porque bien mirada, la Cuestión Sinóptica busca en el fondo el origen y modo de composición de los Libros Santos; y de tal origen depende directamente la ya nombrada autencía, o sea, su veracidad, integridad e historicidad; es decir, el fundamento mismo de la religión cristiana. Mas para la fe de los siglos cristianos la hipótesis –que como tal es dada por Agustín– de la interdependencia, bastaba para suspender la dificultad; de acuerdo a la conocida regla lógica de que “cuando una posición está establecida por su propia prueba, ninguna dificultad por insoluble que sea debe hacérnosla abandonar”, o como decían los antiguos, “clara non sunt mutanda propter obscura”.
Pero esta respuesta –que al fin es una aproximación a la verdad– no resistió el ataque mucho más erudito de la crítica moderna; por la sencilla razón de que la interdependencia explica sí las coincidencias pero no explica –antes vuelve absurdas– las disidencias de los tres documentos. Si los Sinópticos se copiaron unos a otros ¿cómo dejaron en sus textos discrepancias tales, una de las cuales parece rozar la contradicción? Es inconcebible. El título puesto en la cruz (Mt. 27, 37; Mc. 15, 26; Lc. 23, 38), el padrenuestro (Mt. 6, 9; Lc. 11, 2), la hora de la crucifixión, los ciegos de Jericó, los dos demonios gerasenos, las circunstancias de la triple defección de Pedro, tienen diferencias de pormenor. Y lo más importante de todo I las palabras de la Institución de la Eucaristía! (Mt. XXVI, 26; etc. XIV, 22; Lc. XXII, 19) donde parece había de esperarse una total coincidencia literal, tienen una diferencia, que no por pequeña es menos sorprendente, porque i se trata de las mismas palabras sacrosantas de la Consagración del pan y del vino!
El ataque moderno contra los Sinópticos produjo una enorme confusión: múltiples
teorías, que se iban complicando de más en más con la discusión, y que se pueden reducir a
cinco cabezas a saber:
1. Sistema de la tradición oral
2. Sistema de la interdependencia
3. Sistema de los documentos,
el cual tercer sistema se dividía a su vez en:
1. Sistema de un documento primigenio perdido
2. Sistema de muchos documentos
3. Sistema de dos documentos,
el cual sistema de “las dos fuentes”, propugnado por la “alta crítica” alemana (Ewald, su
inventor en 1850, Julicher, Wellhausen, Von Harnack, Loisy, Goguel, Weiss y una legión) y en el cual cayeron algunos grandes exegetas católicos (Batiffol, Lagrange) fue prohibido en 1912, por la Comisión Bíblica de Roma. No sin causa; porque en efecto, es el más flojo de todos16.
Pero como es muy talentudo, el amedrentado metodista roza la solución él mismo sin saberlo dos o tres veces: por ejemplo, cuando dice que, para él, debió de haber existido “on the close of our's Lord's life some original sketch drawn up by the congregation” (“al cerrarse la vida de Nuestro Señor, algún esbozo original redactado por la comunidad –o sea, la Iglesia); donde basta sustituir las palabras “sketch drawn up” (“esquema redactado'') por rapport recitated (recitado oral) para dar en ]a verdad verdadera, que Froude no podía ni imaginar entonces.
Es curioso que la principal objeción de Froude se ha dado vuelta en nuestros días en una confirmación que Jousse no trae en su libro. La objeción contra la autencía de los Sinópticos que Froude recibe de los pseudocríticos alemanes y que lo aterroriza, es la siguiente: en el principal testigo de dicha autencía y del canon de los Libros Santos, es decir, en San Justino Mártir, que vivió al fin del siglo I, están citadas ciertamente frases de Mateo, Marcos y Lucas pero no asignadas a Mateo, Marcos y Lucas; mas asignadas a unas palabras griegas, misteriosas para Froude, que son: “apomnemonémata toón Apostóloom” las cuales el inglés traduce: “las Memorias d e los Apóstoles”. Luego... Mateo, Marcos y Lucas no son verdaderos autores de nuestros actuales Evangelios.
La traducción exacta de esta fórmula repetida de Justino es: “lo que viene o procede de la memoria de los Apóstoles” –que ésa es la fuerza de la preposición “apó”– o sea lo que los Doctores Latinos denominan simplemente “la Catequesis Apostólica”; puesta por escrito fielmente por los tres sagrados amanuenses.
Es decir, que Justino Mártir evidentemente usa esa fórmula para dar a entender cuál es el verdadero origen y la autoridad de los Evangelios escritos de Mateo, Marcos y Lucas, y que los dichos no son sino los amanuenses o metteurs-par-écrit de un texto que no procede de ellos sino de los “Testigos de Jesús” y por ellos, directamente de Jesús; texto recitado en las ecclesías o reuniones de cristianos –y no escrito– con la uniformidad infalible del estilo oral, por los Apóstoles, los Discípulos y los nabbíes y meturgemanes, durante el lapso de una generación, la de los “Testigos de Cristo”; y controlado por todos ellos. .
Cuando una hipótesis se complica más a medida que más se discute y más hechos se descubren, es señal de problema mal planteado, o sea, falso problema: ésa es otra regla lógica infalible. El falso planteamiento fue depistado por la falange de investigadores de psicología lingüística y etnográfica de la escuela francesa, encabezados por Basset en 1880 (La Poésie Arabe Antéislamique) y el judío Dermesteter (Chants Populaires des Afghans, en 1888) y descubierto en forma repentina por Marcel Jousse alrededor de 1920. Simplemente se estaba discutiendo acerca de libros que no eran libros escritos sino recitados transcriptos; y se ignoraba todo acerca de las leyes de la recitación en los ambientes de estilo oral: un falso supuesto, y una ignorancia elenchi.
La cenicienta entre todas las hipótesis, la de la tradición oral, propuesta por J. Carlos Giéseler en 1818, era la verdadera; mas era antes fácilmente destrozada por sus adversarios, porque en su ignorantia elenchi todos concebían la recitación de un texto imaginándose a Berta Singerman o Lola Membrives, como si dijéramos: quiero decir, tal como nosotros la conocemos en nuestros medios de estilo escrito. De ese modo, sí señor, la transmisión fiel de la catequesis apostólica es netamente inconcebible. Pero la hipótesis de Giéseler era una intuición genial de algo-que-debe-ser-así-aunque-no-lo-comprendamos-por-ahora; y es gran mérito de Godet (1888), Wescot (1888), Thompson (1895) y de innumerables críticos católicos : Haneberg (1856), Bisping (1864), Schegg (1870), Le Camus (1887), Fillión (1889), Cornely (1886) , Knabenbauer (1894), Landrieux (1897) , Buzy (1912), Dhorme (1910), Tobac (1919), haber acogido a esa cenicienta, que había de llegar a reina. ¡Tan cierto es que la verdad es inverosímil! Le Camus en 1890 con su libro Notre Voyage aux Pays Bibliques, había atrapado ya las grandes líneas de la solución, aunque sólo como intuición y working-hypotheses; que Jousse había de recibir y probar rigurosamente.
Entretanto la falange regimentada de los exegetas de profesión y de los autores copiandinos de “Introducciones” y “Manuales” había encontrado para el lío un efugio deleznable y casi pueril, que llamaron “sistema mixto”: combinaron todas las hipótesis en una afirmando con faccia tosta que los Evangelios procedían a la vez de una tradición oral, de una interdependencia, y del uso de documentos. Si uno trata de imaginar en concreto un libro compuesto de esa manera, sale una quimera, un monstruo. “Humano capiti cervicem pictor equinam...”. El querer contentar a todos podrá ser muy bueno en política, pero es fatal en la ciencia. Aparentemente “ecléctico”, el sistema mixto es risible: queriendo colectar en su favor todos los argumentos en pro de los diversos sistemas–inconciliables entre sí–lo que colecta son todas sus dificultades; y sus autores se parecen ali “Juez Complaciente” de Manzoni, el cual habiendo oído al primero de los litigantes, exclamó: “Tiene usted razón”; pero después habló el otro y el juez exclamó: “Tiene usted razón”; a lo que un hijo suyo chiquilín, que estaba presente, observó: “Papá, es imposible que los dos tengan razón a la vez...”. Y el Juez Complaciente dijo: “¿Sabes que tú también tienes razón?”.
Siento un poco tener que maltratar a este “sistema”, que me enseñaron en la Gregoriana y yo dócilmente aprendí, por no “haber sido llamado –todavía– por la ciencia al orden”, como dice Kirkegor. “Quien no es llamado por la ciencia al orden, quien no se ha puesto en guardia acerca del fondo de los diversos problemas... –escribe el gran danés– podrá conseguir a veces una cierta ingeniosidad, “engrupirse” de que lo ha entendido todo, y sunchar juntas las contradicciones en una síntesis vacua. Pero esta ganancia se vengará después, como todo bien mal adquirido; el cual, lo mismo en la Ciencia que en la Ley Civil, no puede volverse nunca propiedad legítima''17.
Hay muchísimos “que no han sido llamados todavía por la ciencia al orden”; y algunos de ellos, de gran fama, me dejan pasmado: imaginemos un físico moderno que no se hubiese enterado todavía de las “ecuaciones de Lorentz”, por ejemplo. Eso demuestra la incomunicación y la incoherencia del estado actual de la Teología: por eso nos vemos obligados a hacer esta exposición, y “to expose them”, como dice el inglés. Jousse publicó su apretada pero no inaccesible memoria en 1925, la explicó en el Instituto Bíblico de Roma en 1927, se cansó de dar conferencias sobre ella en la Ecole d'Anthropologie de París –donde lo escuchamos en 1932–, las revistas vulgarizaron sus conceptos, los diarios anunciaron su descubrimiento y... Ricciotti, Nácar-Colunga Bover, Murillo, Luis María Jiménez Font, el P. Leal, y otra cantidad de “técnicos” en Escritura no se han enterado todavía. Y es una “noticia” capital para la ciencia bíblica.
La doctrina de la psicología del gesto de Jousse, no confeccionada adrede para resolver la falsa Cuestión Sinóptica, sino como investigación de ciencia pura de ámbito mucho más general, de paso y como una de sus consecuencias obvias, corta de un tajo el nudo gordiano de ese pseudo-problema; como verá el amable lector –o sea el linotipista y la dactilógrafa, que quizá sean mis únicos amables lectores– en el capítulo siguiente.
VII. Aplicación de la nueva psicología lingüística a la crítica bíblica.
La exégesis hoy día participa de las condiciones embarulladas del mundo actual; quizá más aún que las otras ciencias culturales. Hegel ha introducido el macaneo en el dominio de las “Geistes-Wissenschaften”.Las cuestiones más graves de exégesis son agitadas hoy día por hombres de método científico bastante dudoso; y a veces en forma tan temeraria, que es reconfortante escuchar sobre eso a una ciencia veramente experimental.
La ciencia experimental psicolinguística y etnográfica ha resultado hoy día netamente conservadora de la Tradición; y de la tradición católica más antigua, pura y acendrada. De tal modo que se podría parodiar la conocida frase18 de Francis Bacon, diciendo: mucha ciencia experimental acerca a la Tradición, poca ciencia experimental aleja de la Tradición.
Hay exegetas hoy día que se tienen por defensores integérrimos de la Tradición y la Fe; a las cuales en realidad desacreditan y comprometen con sus macanas...Las pacientes y rigurosas búsquedas del P. Marcel Jousse proceden con un método objetivo, cuidadoso de los hechos, de todos los hechos. Y ellas, al mismo tiempo que han dado la razón a los despreciados partidarios del sistema de la tradición oral, han reunido los sufragios de los más prudentes especialistas modernos, incluso de un exegeta tan independiente y poco sumiso como Alfred Loisy. Uno de los más sabios miembros de la Comisión Bíblica de Roma dedicaba poco ha uno de sus estudios “al R. P. Jousse, que por una vía nueva, confirma las verdades antiguas”.
Esta vía nueva, del todo inesperada después de tantísimas lucubraciones, se parece al huevo de Colón: es la aplicación de las leyes del estilo oral, científicamente desentrañadas, a los textos bíblicos escrupulosamente repuestos en su medio original, y no según nuestras actuales habitudes y experiencias de estilo escrito; habitudes que han engendrado tantos falsos problemas, errores y negaciones vanas.
Una multitud de hechos convergentes prueban que los libros del Viejo y Nuevo Testamento son un puro ejemplo de estilo oral.
Para estudiarlos pues hay que reponerlos y bañarlos en su propia atmósfera, y no en los ácidos de nuestros métodos de hipercrítica gráfica. Los tres Sinópticos no son syn-ópticos sino syn-acústicos: los ojos no tienen nada que ver con ellos: 12 boca y los oídos –pero especialmente entrenados–, fueron quienes los crearon. La primera investigación psicofisiológica será pues la de los esquemas-rítmicos-tipo en los cuales todos los recitadores de Israel han moldeado y vertido sus composiciones populares hebraicas.
Después hay que establecer el elenco de paralelismos-clisé (Jacob-Israel, hombre-mujer, cielos-tierra, ánima-espíritu, carne-ánima, vida-muerte, sabio-necio, etcétera) que no solamente desatan los balanceos binarios y ternarios por una especie de automatismo casi previsible, sino que encauzan por dentro la composición de acuerdo a una lógica profunda; aunque no sea nuestra lógica grecolatina.
En fin, hay que despistar cuidadosamente los dispositivos didácticos que rigen esas curiosas composiciones: palabras mnemotécnicamente repetidas (palabras-broche) esquemas rítmicos plurales (estrofas) esquemas complementarios (recitativos O.) trabazón de las estrofas entre sí, clisés comunes, y palabras propias... o sea “ápax legómena”.
Por su retorno repetido, algunos paralelismos-clisé sirven para distinguir los diversos géneros que usan los recitadores: género teológico, género histórico, género filosófico, género poético...
Naturalmente estos géneros literarios no coinciden exactamente con los nuestros, más evolucionados y diferenciados; y se recubren e interfieren no poco: hay que tomarlos como son. Desde luego, no hay que hacer la confusión–que se hace continuamente por algunos semidoctos–del estilo oral con nuestra poesía, con su rima, sus pies contados y sus reglas rígidas y a veces artificiales19.
El fin de los poemas orales hebreos –si así se quiere llamarlos– no es producir efectos estéticos o un estado de magia –”de la musique avant toute chose” era un disparate para ellos; y más aún la definición de Dante: “una finzione rettorica dipoi posta in musica”–. Su fin es mucho más elemental y necesario: una composición meticulosamente ordenada para ser aprendida fácilmente de memoria, y retenida impecablemente de generación en generación, a fin de conservar los documentos vitales de la raza: religión, leyes, historia...
Los grandes libros de la Humanidad –desde el Vedanta al Poema del Myo Cid– no son libros escritos, sino puestos por escrito a veces mucho después de su creación, y quizá justamente a modo de testimonio, para controlar la fidelidad de los diversos recitadores; así Pisístrato hizo poner por escrito las rapsodias orales de Homero, cuando se notó en Grecia que empezaban a corromperse; es decir, a diferir entre sí, por obra de los rapsodas, o recitadores.
El estilo oral no es una cosa prehistórica o arqueológica: está en la natura del lenguaje, se conserva ahora en muchas partes del mundo, y resucita cuando y donde menos se piensa aun en medio del estilo escrito 20.
Claudel hizo la innovación revolucionaria en la poesía moderna –y también Walt Whitman y otros– de usar un versículo rítmico –rimado o no–, a semejanza de la BIBLIA; pero es una imitación refinada y de segunda mano del estilo oral; Péguy está más cerca de la natura; él inspiró su versículo a Claudel. Sin conocer los precedentes lingüísticos, instintivamente, encontró su frase proposicional sustitutiva del verso, en la lengua de los campesinos lutecienses, sus paisanos. Su coincidencia con la expresión de los pueblos primitivos (es decir, con la poesía en estado puro y naciente) se halla no sólo en el versículo libre y variosílabo, calcado sobre el ritmo de la respiración y la emoción, que leemos en Le porche du mystére de la Deuxiéme Vertu, sino principalmente en las monótonas y potentes retahílas de cuartetos alejandrinos de Eöe; con sus metódicas repeticiones, a semejanza de olas de agua o surcos de arado en la tierra, que trasuntan el viejo uso de la palabra-broche:
“Il allait hériter des naufrages de Rome,
Du monde divisé dans des morcellements
11 allait hériter des naufrages de l'homme
Des eoeurs subdivisés par amoncellements.
I1 allait hériter des partages de Rome
D'un Empire brisé par des morcellements
11 allait hériter des partages de l'homme
D'un royaume épuisé par des ruisselleme?...
11 allait hériter des lourds legionnaires...
11 allait hériter des maigres mercenaires...
11 allait hériter des peuples débonnaires...
11 allait hériter des peuples centenaires...
11 allait hériter...
11 allait hériter...”, etcétera, etcétera.
Y así pacientemente durante cuatro páginas pesadas y potentes. Péguy no sabía nada de los trabajos del P. Jousse ni de los recitados orientales; se limitó a calcar sus internas meditaciones según el modo de pensar –y de expresar– de los paisanos franceses de la región20
El turquito Sait Saitim, árabe nacido en Damasco y radicado en Chascomús, amigo de don Martín Larralde, como había sido cadí de familia, se sabía las leyes y la historia de su región en verso, como pensaban los criollos. Podía decirle a uno quien sucedió a Omar ibn Abi Rabi’ah, y aun quién fue el undécimo de los Abbásidas; pero tenía que recitar su cantilena-psalmodia hasta llegar alundécimo; no podía saltar nada, porque los clisés o gestos proposicionales se desencadenan unos a otros. Mi abuela doña Magdalena sabía cuentos infantiles en dialecto furlán, que recitaba siempre exactamente igual, como sin duda pasó durante generaciones; si el cuento tenía tres partes, no podía empezar por la segunda. Los ejemplos pueden centuplicarse; porque el estilo oral una vez que uno lo ha entendido, ve que es una cosa que existe, y deposita sus huellas por todas partes chartresa, a cuya raza pertenecía.
De aquí se ve cómo Rubén Darío, a quien dan como “modernista” y “gran innovador de la métrica” no fue en realidad ni moderno ni innovador. Fue simplemente un romántico, el último y más grande de ellos, de acuerdo. Si hubiese sido realmente “modernista”, hubiera usado el metro de Walt Whitman.
“Es con voz de la Biblia y verso de Walt Whitman, que habría que llegar hasta ti,
Cazador”. Sí; pero él no lo hizo.
Cuando Israel volvió de la cautividad babiloniana en posesión de un dialecto, el arameo, los Recitados tradicionales no podían ser ya comprendidos en el hebreo original.Entonces comienza el menester de los meturgemanes o traductores-intérpretes de la Sinagoga. Ellos traducen, o mejor dicho, calcan un esquema rítmico hebreo en otro esquema rítmico análogo en arameo o lengua vulgar.
Estas traducciones orales o targúms no fueron puestas por escrito al principio por escrúpulo religioso: se transmitieron oralmente y muy fielmente de generación en generación21.
Son esquemas rítmicos calcados sobre la Biblia, familiares desde la infancia a los palestinos, los que van a servir de thesaurum o material común a los recitadores judíos del tiempo de Cristo. De ahí la necesidad do conocer los clisés bíblicos hebreos para comprender bien las composiciones orales arameas a las cuales pertenecen nuestros cuatro Evangelios, así como gran parte de las Epístolas y el Aapokalypsis.
Cuando las comunidades judías comenzaron a pulular en ambientes que hablaban griego, se verificó un segundo calco. Allí también hubo que fabricar targúms orales griegos, aprendidos de coro, y después fijados por escrito.
Entonces se produce naturalmente un fenómeno de interferencia. Los clisés arameos aprendidos de memoria por los meturgemanes se interponen a veces delante del clisé hebreo; o viceversa; esto da a veces calcos griegos absolutamente raros y aun incomprensibles, si no se acude al clisé extraño que está detrás de las palabras griegas demasiado literales; es decir, al dispositivo lingüístico interferente. La “oscuridad” de la Escritura no es por lo común oscuridad del original, sino de la traducción. Para poner un ejemplo: “Tí ennóí kai soi, guinai?”, dice el Evangelio de San Juan en las bodas de Caná. En griego ese clisé significa literalmente: “'Mujer, ¿y a mí y a ti qué?”. Parece una respuesta algo guaranga o al menos brusca de Cristo a su Madre. El traductor protestante de la Biblia inglesa de 1524, el famoso y desdichado William Tyndale, que abrigaba un fiero furor hacia el culto de la SantísimaVirgen, lo agarró por donde quemaba, y lo tradujo lo más guarangamente posible: “Mujer, yo no tengo nada que ver contigo”; y tenemos testimonio del choque que produjo esta frase al comenzar a ser leída en las parroquias rurales inglesas –en tiempo de Enrique VIII y por artimaña del pérfido arzobispo Cranmer– el evangelio del domingo segundo de Epifanía en lengua vulgar. El pueblo sencillo no quería admitir que Cristo hubiese dicho eso a su Madre, así lo atestiguase el mismo Erasmo o el mismísimo Homero en persona; y tenía razón el pueblo sencillo instintivamente, contra los pedantes que “sabían griego”.
El modismo arameo original, que está detrás de esas palabras griegas, según dicen hoy los peritos, no tiene de necesidad un sentido de reproche y repulsa, sino que suele usarse en forma sonriente y humorosa, como si dijéramos en castellano: “Madre, no nos metamos ahora en líos; sabes que mi hora no ha llegado”. Mas la Madre entendió la sonrisa y no las palabras, a la moda de las mujeres; y sin hablar una palabra más, le hizo a Cristo adelantar su hora. Desde entonces hasta hoy, con respecto a su Madre, Cristo ha tenido siempre el reloj adelantado.
Los ejemplos se podrían multiplicar. El Nuevo Testamento no está compuesto de palabras sino de clisés o frases hechas. En realidad toda lengua está compuesta de frases. Cuando a mí me dice alguien, por ejemplo: “Vea, señor, el almacén de Pérez no está en esta cuadra; doble a la vuelta y emboque la calle Piedras”, yo creo percibir una fila de palabras –pero no es así– porque ]as he leído escritas y estoy acostumbrado –y harto– de leer y escribir.
Pero póngase delante de un forastero... que no sea familiar con la lengua, y él nos dará
testimonio de que lo oído es lo siguiente:
Veaseñorelalmacéndepérez
Noestáenestacuadra
Dob1ealavueltay
Emboquelacallepiedras.
Y mucho mejor que un extranjero, sería poner uno de los delicados aparatos fonéticos registradores, inventados por el Abbé Rousselot.
Pues bien, mucho más todavía y en forma más perfecta, la lengua de los medios estilorales está compuesta de frases; y éstas por lo común prefabricadas con gran perfección y manejadas por todos con gran uniformidad; como los campesinos de Castilla o de la Toscana manejan sus
refranes.“Las personas habituadas a considerar la palabra suelta como una unidad psicolingüística real –escribe L. Leroy, es decir, todos nosotros– se quedan entera1nente desorientadas cuando se les enseña que hay lenguajes, como los chinos por ejemplo, donde no existen palabras, propiamente hablando...”22.
Es ahora sencillísimo de comprender lo que pasó COn los diversos targúms de toda especie –pues los targúms rabínicos y talmúdicos de antes de Cristo están afectados exactamente de las condiciones mismas de los Evangelios– en manos de dos o tres diversos meturgemanes. Los clisés –pongamos– arameos no son traducibles siempre idéntice al griego y menos al latín. . . Es cosa sabida que las lenöJuas diversas no se cubren exactamente, y que toda lengua tiene palabras privativas suyas que no tienen equivalente exacto en otras, y se pueden traducir por varias palabras, o sólo con uná paráfrasis; como por ejemplo la palabra matter en ingles. Y vicevcrsa: hay frases enteras que se pueden verter con una sola palabra de otra lengua, como mise-en-page: paginación, por ejemplo23.
De ahí que dos o tres meturgemanes pueden verter de dos o tres modos diversos en griego el mismo clisé arameo; de donde se origina sencillamente el famoso “misterio de la Cuestión Sinóptica”; “la asombrosa coincidencia y más asombrosa disidencia” que asombró a San Agustín y a tantas gentes luego: si no se leyeron mutuamente parece imposible que coincidan tanto; y si se leyeron, que discrepen tanto... Mateo, Marcos y Lucas. No se leyeron mutuamente; pero oyeron los tres a un mismo Recitador, lo memorizaron y después decalcaron en griego lo que habían retenido fielmente de memoria. El P. Jousse ha hecho el experimento de tomar dos textos sacros griegos paralelos y disímiles y retrasponerlos al arameo para encontrar que los sinónimos desaparecen, y las divergencias se disipan en una convergencia de expresión aramea única...
En este medio de puro estilo oral arameo nace, se desarrolla y enseña un rabbí de Nazareth, Jesús, el Mesías.
Hablando a gentes arameas, de estilo oral, desarrolla su divina Instrucción en improvisaciones didácticas según el uso de los demás rabbís instructores de su tiempo y de antes y de después de él, por cierto, como éstas por ejemplo:
Improvisación didáctica de Rabbí Elisha Ben Abuyah
Recitativo 1
1. Todo aquel que aprende siendo niño
¿A qué cosa será comparable?
A pluma con tinta escribiendo
Sobre pergamino nuevo...
Recitativo 2
1. Todo aquel que aprende siendo viejo
¿A qué cosa será comparable?
2. A pluma con tinta escribiendo
Sobre pergamino raspado...
Improvisación didáctica de Rabbí Josef Bar Iuda
Recitativo 1
1. Aquel que aprende de los jóvenes
¿A qué cosa será comparable?
2. A un hombre que come las uvas verdes
Y bebe el vino en el lagar.
1. Aquel que aprende de los viejos
¿A qué cosa será comparable?
2. A un hombre que come las uvas maduras
Y bebe el vino con solera.
Lo mismo que los otros rabbís, el Mesías Jesús improvisaba, con los sencillos y tradicionales paralelismos clisé o estereotipias (tierra-cielos; piedra-arena; sabio-necio; vino nuevo-vino viejo; luz-tinieblas; salud-enfermedad; agua-fuego, espíritu-carne, pastor-oveja; trigo-cizaña; sarmiento-viña; siglo-reino) sus sublimes recitados en los géneros susitados: género himno, género plegaria, género misterio de fe, y, sobre todo, género parábola, el cual se encuentra desarrollado en él de una manera enteramente propia y peculiar.
Por supuesto que –lo mismo que con los otros rabiís y como ocurre aún hoy con los “autores” de los medios de estilo oral– él era de inmediato e impecablemente memorizado por sus decoristas (o discípulos) y aun parcialmente por el auditorio: memorización facilitada por la misma disposición “dialécticamente psalmodiada” de los recitativos lo cual puede uno comprobar experimentalmente una vez que entiende el procedimiento:
Improvisación didáctica de Rabbí Jesús, el Mesías
Recitativo 1
1. No atesoréis para vosotros
Tesoros en la tierra
2. Donde el herrumbre y polilla los comen
Donde los ladrones cavan y roban.
Recitativo 2
1. Más atesorad para vosotros
Tesoros en los cielos
Donde el herrumbre y polilla no los comen
Donde los ladrones no cavan y roban...
Recitativo 1
1. Quienquiera oye estos discursos y los hace
Es semejante a un hombre cuerdo
que edificó su casa sobre piedra.
2. Y mirad la lluvia ha caído
Los torrentes se desataron...
3. Y los vientos han soplado
Y atropellaron contra la casa...
4. Y la casa no fue volteada
Porque estaba fundarla sobre piedra.
Recitativo 2
1. Quienquiera oye estos discursos y no los hace
Es semejante a un hombre necio
Que edificó su casa sobre arena.
2. Y mirad la lluvia ha caído
Los torrentes se desataron...
3. Y los vientos han soplado
Y atropellaron contra la casa..
4. Y la casa fue volteada
Y Su derrumbe fue tremendo.
Éstos son recitativos sencillos, conservados por el Evangelista en su pura forma aramaica. Cualquiera ve que son fáciles de retener de memoria: lo único que cambia son unas cuantas palabras; y las que no cambian son clises o estereotipias conocidas por los oyentes de antemano y usadas continuamente en su conversación: a modo de refranes, o frases hechas.
Éstos son recitados sencillos, como digo, conservados casi literalmente por el meturgemán; un poco abreviados posiblemente. En otros el calco griego ha modificado o resumido un poco; pero un entendido puede reconducirlos fácilmente a las leyes de su forma original. Cristo debió ser un maestro en estas composiciones orales, puesto que las gentes exclaman al oírlo: “Verdaderamente jamas un hombre ha hablado como este hombre”.
Después de la Ascensión, los Apóstoles, probablemente en común –en el Cenáculo– insertaron los discursos –o griegos o arameos– de Cristo en un contexto histórico compuesto igualmente con los clisés arameos tradicionales: eso constituyó lo que se llama de antiguo –los Santos Padres nos han conservado el nombre– la “catequesis apostólica”. Después, en su predicación oral palestina, entregaban a los rieles uno o varios –según la necesidad– de esos recitados históricos o doctrinales. San Juan se dedicó sobre todo a los discursos más espirituales del Maestro; los otros Apóstoles transmitieron los discursos del género parábola y del género apokalyptico o moral con preferencia: de acuerdo a los auditorios y a su propia idiosincrasia.
Cuando hubo que adoctrinar a los pueblos de habla griega, se tradujo al griego las fórmulas arameas acostumbradas; si ya el mismo Cristo no las había traducido, conforme es posible en el medio palestinense bilingüe. Lo que se traducía no era un papel escrito, sino una palabra escuchada y retenida. Los Apóstoles (Pedro, Mateo, Juan, Pablo) recitaban en arameo; sus meturgemanes o repetidores-traductores (Juan, Marcos, Tito, Lucas, Bernabé) escuchaban y calcaban, oralmente, en griego vulgar. Un meturgeman no necesita traducir a-medida-que, como nuestros traductores; puede esperar el fin del recitado, que se imprime tal cual en su memoria y en sus músculos laringo-bucales maravillosamente entrenados.
Ahora bien: algunas palabras arameas de sonido idéntico (homónimos) o casi idénticas –a causa de la degradación fonética de las guturales y las sibilantes, estudiada por Jousse– eran vertidas al griego ya en un sentido ya en otro, según lo entendían los intérpretes.
Tenemos un primer principio de variantes que afecta al sentido mismo; y que pasó a los Evangelios escritos.
Segundo: suponiendo que el intérprete no duda del sentido exacto de la palabra por calcar, sus traducciones, por fieles que se quiera, podrán no ser idénticas, sino sinónimas solamente: es sabido que toda lengua posee cantidad de sinónimos, que excogita la pericia o el gusto del hablista. Las expresiones griegas excogitadas por los intérpretes pertenecían a ese diccionario vivo común, compuesto por las versiones griegas del Viejo Testamento en uso entre los judíos, de las que Los Setenta era la más usitada; ese diccionario era lo bastante rico para proveer cantidad de clisés sinónimos. Los dos intérpretes apostólicos, Marcos y Lucas, por sus relaciones mutuas y por venir de ambientes idénticos, tenían el mismo modo de calcar oralmente y sus clisés les son comunes; otros, como Mateo o el que fue quizás su intérprete, emplean otras fórmulas, equivalentes; y también tradicionales.
De donde tenemos la coincidencia literal de los Evangelios; y la otra forma de divergencia, que atañe ya no al sentido sino a las expresiones.
Estos hechos, expuestos aquí por orden cronológico, no fueron hallados así por los investigadores, sino en sentido inverso. La traducción (o retraspuesta) al arameo de perícopas paralelas del Evangelio, hecha por especialistas, reveló que ellas se fundían en una; y desaparecidas las divergencias aparentes, se disipaba el “misterio” de la Cuestión Sinóptica.
Ese fue el punto de partida para una retahíla de estudios sobre la psicología del estilo oral, y la psicología de la expresión humana en general, que llegaron hasta el análisis de lo más íntimo de los lenguajes y de sus elementos constitutivos, sus leyes naturales y las etapas de su evolución en el mundo. Los cimientos de una nueva e importante rama de la psicología quedaron puestos.
Los errores acerca de ella seguirán por un tiempo su camino: los errores tienen la vida dura; y yuyo malo nunca muere. Todavía llegan hasta nosotros, por ejemplo, observaciones acerca del “estilo abrupto y dislocado” de las epístolas de San Pablo, o acerca de su “incoherencia” o de su “oscuridad”. Mas si se retraspone al arameo el griego de San Pablo, estamos en presencia de una palabra magníficamente armonizada y ordenada, según las leyes tan características del estilo oral arameo. Aldous Huxley trata a los recitados de los Profetas hebreos –y a los salmos de David– de escritos “bárbaros y brutales”; pero puestos en su contexto lingüístico son seguramente más finos y equilibrados que las poesías inglesas que él –por desgracia– escribió. Podría traer aquí toda una antología de disparates vertidos acerca de la “literatura” o la “poesía” antigua, por autores que ni sospechan que no hay “literatura” ni “poesía” en el sentido que ellos entienden; sino otra cosa; de la cual nada saben. El sabio Noeldeke, por ejemplo, reprende y condena severamente a Mahoma y su Korán, que no tienen más culpa que la de no haber sabido unas reglas poéticas y literarias que son muy posteriores, y que se las quieren embutir a posteriori: “La mayor parte del Korán es decididamente prosaica –dice el sabio sueco-inglés– y muchas veces su estilo es afectado y melindroso. Naturalmente en temas tan variados, no podemos esperar que cada parte sea igualmente brillante y poética... Un decreto sobre el derecho de herencia, o un punto de ritual, deben ser por fuerza expresados en prosa [?], si no se quiere volverlos incomprensibles.
Nadie se quejará de que las leyes civiles del Éxodo o el ritual sacrificial del Levítico carezcan del fuego de Isaías o la ternura del Deuteronomio [?]. Pero la falta de Mahoma consiste en una sumisión servil y obstinada a una forma semipoética 24 que había adoptado al comienzo para complacer al [mal] gusto propio y de sus oyentes. Por ejemplo, emplea la rima 25 tratando los temas más prosaicos, produciendo de esa manera el efecto desagradable 26 de un desacuerdo entre el fondo y la forma[!!!!]”
27.
Ha oído campanas y no sabe adónde; y habla del Korán como un ciego puede hablar de colores.
Los mismos garrafales malentendidos podíamos traer del P. Cladder hablando de la Epístola de San Judas Tadeo; de Reville hablando de las de San Pablo; de Loisy hablando del Apokalypsis... En los “prolegómenos de un texto crítico del Nuevo Testamento publicado en España por un autor afamado, leemos: “In poeticis Veteris Testamenti citatis, ubi commodum visum est, rhytmica [sic] dispositio adhibita est. Similis conformatio visa est opportuna in rhythmicis quidusbam Quarti Evangelii, Paulinarum Epistolarlöm, Apocalypseos pericopis exhibendis...”. Por lo visto, el autor cree que la Biblia está compuesta parte en verso y parte en prosa. Y examinando en su texto las partes puestas en “rythmica dispositio”, se ve que para él todo el Viejo Testamento ha sido compuesto en verso, y el Nuevo Testamento casi todo en prosa... Sancta simplicitas!.
Siguiendo a Pitágoras, se admitió durante 2.000 años que el movimiento circular era el más perfecto, y por tanto los astros debían tener movimiento en círculo. Por desgracia los astros no parecieron preocuparse mucho por la regla de lo más perfecto y para hacerlos reentrar en ella los astrónomos antiguos tuvieron que infligirles las dos “suposiciones primeras y simples” –como dice Ptolomeo–de los epiciclos y de las excéntricas; las cuales empezaron a complicarse tanto que no podían ya llevarse adelante, cuando vino Copérnico y retiró el falso supuesto: los astros no seguían el movimiento “más perfecto” según Pitágoras.
Así también, después de haber asimilado los recitados ritmicomnemónicos a las leyes “perfectas” de nuestra poesía; de nuestro concepto de la “poesía” puramente estética, y ya grandemente artificial, de versos y estrofas –lenguaje de la imaginación y la emotividad, no de la memoria y el intelecto–, los eruditos y críticos se ven obligados a sobreañadirles toda clase de epiciclos y excéntricas, para que los ingenuos ritmeros de Oriente no escapen del todo a las leyes de la perfección poética... de los señores críticos actuales.
El descubrimiento y estudio de las leyes del estilo oral tiene en esta materia el efecto de Copérnico. Así como los epiciclos y excéntricas son para nosotros solamente curiosas antiguallas, así la Cuestión Sinóptica con sus intrincadas hipótesis–”problema arduum et salebrosum” le llama Rosadini: ya lo creo–, la cuestión de la versificación hebrea, y las máquinas de guerra de los racionalistas contra la autencía de los Libros Santos, deben ir a
parar al museo del Flogisto, de la Piedra Filosofal y de los Espíritus Animales...
Puesto que se puede comprobar su composición oral aramea; y desde ella, gracias a la memorización invariable propia del estilo oral, se puede remontar a sus autores mismos, la autencía de los Evangelios, que todos los siglos cristianos poseyeron pacíficamente, ha quedado científicamente corroborada. Será siendo negada siempre por algunos, sin duda; pero esa negación no podrá invocar desde ahora para nada el nombre de “la Ciencia”.
Estamos más seguros de que el contenido de los Evangelios procede de Cristo y ha llegado fielmente a nosotros que si Cristo los hubiese escrito a máquina, los hubiese mandado a la imprenta, y hubiese corregido las pruebas. El Mesías los depositó en una muchedumbre de imprentas vivientes, controlables celosamente unas por otras; y ese pueblo de recitadores constituye una masa abrumadora de testigos, una falange de inspectores 28 y correctores y un control de seguridad tal, como no existe para un autor cualquiera que en nuestros días imprime un libro. Yo tengo plena certeza de que las cinco Grandes Odas de Paul Claudel no las escribió André Gide ni Georges Suarés; pero tengo aún mayor certeza de que el Evangelio de San Juan no lo escribió un oscuro gnóstico del siglo II que se cubrió con el nombre del Apóstol, como fantaseó Loisy.
Así quiso la Providencia conservarnos el libro más precioso que ha andado en manos
de hombres.
Referencias:
15-De Consensu Evangeliorum, 1, 2-4 Migne, XXXIV, 1044.
16-El que lee inglés puede imponerse muy bien de esta “cuestión Sinóptica” tal como estaba
hace un siglo –leyendo el incisivo ensayo Criticism and the Gospel History del historiador
escocés James Anthony Froude, clérigo protestante, profesor de Saint-Andrew's, Edimburgo,
y autor de una Historia de Inglaterra en 12 volúmenes. En este ensayo, publicado en el
Fraser Magazine, 1864, y recogido en el segundo tomo de Short Studies on Great Subjects,
Ed. Everyman, pág. 152, no se sabe qué admirar más: si la lucidez del planteo del viejo
problema (“ingenuity” le llaman ellos) o bien la cruel ignorancia acerca de la solución. En
efecto, el autor, partiendo del falso supuesto del libro “escrito” en país de estilo escrito,
amontona las hipótesis disparatadas: un evangelio primigenio perdido... dos evangelios
ídem... copiatina de un evangelista a los otros... (o sea, técnicamente, teoría de las dos
fuentes, teoría del Urevangelium, y teoría de la interdependencia) y después arroja todo el
pesado fardo a los divines (o teólogos) retándolos a resolver de una vez el “terrorífico
problema”, puesto que para eso les pagamos, e incluso amenazándolos, si no lo resuelven,
con un “naufragio de la Cristiandad”...
17-Der Begriff Angst, Einleitung-Diederichs, Duseldorff, 1952, p.6. Traducción nuestra.
18-“Poca ciencia aleja de Dios, mucha ciencia acerca a Dios”.
19-“Algunos libros de la Sagrada Escritura están en verso”, dice fray Luis de León. Es un
error. Todos los libros de la Escritura, con excepción quiza de parte de los Macabeos, están
en estilo oral. Ahora, si dijera que son poesía, estaba cerca de la verdad; pero no poesía como
la nuestra.
21-Recordar lo que dice San Clemente de San Pedro: “no hizo nada para animar a Marcos...”.
La gente sencilla de entonces tenía desconfianza a los escritos, lo mismo que la de hoy a los
“diarios”.
22-Le Langage, Paris, 1905, p. 49.
23-¿Traduces The heart of the matter como El revés de la trama? Mal, muy mal. ¿Cómo
traduces el alemán gewasser?Y el francés ailleurs? La palabra griega sophrosyne no tiene
equivalente adecuado en ninguna lengua; para no hablar de la forma dual, los aoristos y los
deponentes; y así el alemán gemütlch el francés esprit, el inglés ingenuity, el latino adsum, el
italiano seccatore, y listas enteras se podrían hacer.
24-El estilo oral.
25-La palabra-broche, en realidad.
26-Para los acostumbrados al verso actual.
27-Enciclopedia Británica, 11° ed., artículo “Korán”
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