Sobre la "Cuestión Sinóptica". Una respuesta de Leonardo Castellani a las peripecias de los exegetas modernos.

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

LEONARDO CASTELLANI (Cap VI &VII)

Padre Leonardo Castellani


VI. La Cuestión Sinóptica


Llámase  Cuestión  Sinóptica  al  problema  que  plantearon  a  la  crítica  protestante  las coincidencias  y  las  divergencias  de  los  tres  primeros  Evangelios;  que  por  un  lado  tienen multitud  de  frases,  giros  y  episodios  que  parecen  copiados  literalmente;  y  por  otro  tienen disidencias  que  parecen  hasta  contradicciones;  como  por  ejemplo,  el  ciego  de  Jericó  de Marcos y Lucas, que son dos ciegos en Mateo; y el milagro de su curación “al salir de Jericó' según Mateo y Marcos, “al aproximarse a Jericó” según Lucas.

Este fenómeno literario llamó la atención desde el primer momento: el pagano Celso, en su obra contra los cristianos (Alethé Logos  o  Sermón Veraz Contra los Cristianos) lo usó para enfermar  la confianza en los Evangelios, y tratar a los Evangelistas de novelistas; y San Agustín  escribió  una  obrita  para  responder  a  esta  dificultad,  llamada  De  Consensu Evangeliorum. Mas para los antiguos no pasó jamás de  dificultad  –que resolvían en forma más o menos aproximada– y nunca se convirtió en problema.

Mas  la  crítica  protestante,  vuelta  ya  decididamente  racionalista  y  anticristiana, resucitó  a  Celso;  y  la  dificultad  se  vuelve  problema  y  comienza  a  henchir  mamotretos  y manuales,  hasta  hacer  un  lío  inextricable.  Pues  bien,  la  psicología  lingüística  actual  ha cortado ese  enredo  con la espada de Gordium, de un solo tajo: era un falso problema, una cuestión  mal  puesta.  Lo  cual  no  impide  que  hoy,  a  30  años  de  la  solución  irrefragable, mamotretos  y  manuales  sigan  copiándose  unos  a  otros  “la  cuestión  sinóptica”;  y  las  dos Biblias  castellanas  modernas  que  tenemos  (Bover  y  Nácar-Colunga)  sigan  hablando absurdamente de “el paralelismo del “verso” [?] hebreo, el problema insoluble de la métrica [?]  de  la  poesía  [?]  hebrea,  las  fuentes  escritas  perdidas  del  PRIMER  Evangelio,  la dependencia de Marcos para con Mateo”, etcétera. Todas ésas son antiguallas y pruebas de ignorancia. No se han enterado aún. Los sabios no son curiosos.

San Agustín cayó en la explicación de  la  interdependencia de los  Evangelios, porque no tenía más remedio, ignorando las leyes del  estilo oral,  y considerándolos por ende  libros escritos,  como  los  de su tiempo, como los suyos mismos. Esto era inevitable. De modo que dice:  “...Y  aunque  cada  Uno  de  los  Evangelistas  parece  haber  seguido  su  propio  orden narrativo,  sin  embargo  se  ve  que  ninguno  escribió  ignorando  al  precedente;  ni  que  haya omitido  las  cosas  que  no  sabía  pero  encontraba  en  el  otro;  mas,  así  como  cada  uno  fue inspirado de Dios, así también se ayudó de la obra de los otros. Y así Marcos parece haber seguido  como  pedísecuo  y  resumidor  a  Mateo.  Solamente  con  Juan  no  coincide  en  nada; propio suyo tiene muy poco, coincidente con Lucas tiene algo, mas con Mateo muchísimo; y tiene muchísimo consonante, o con Mateo solo o Con los otros, al píe de la letra”15
No se puede poner mas netamente la Cuestión Sinóptica, y la solución más simple... y falsa: la llamada de “interdependencia”.

Esta no es una cuestión académica, ni de mera curiosidad, ni  siquiera de importancia subordinada,  sino  capital;  porque  bien  mirada,  la  Cuestión  Sinóptica  busca  en  el  fondo  el origen y modo de composición de los Libros Santos; y de tal origen depende directamente la ya nombrada  autencía, o  sea, su veracidad, integridad e historicidad; es decir, el fundamento mismo de la religión cristiana. Mas para la fe de los siglos cristianos la  hipótesis  –que como tal  es  dada  por  Agustín–  de  la  interdependencia,  bastaba  para  suspender  la  dificultad;  de acuerdo a la conocida regla lógica de que “cuando una posición está establecida por su propia prueba, ninguna dificultad por insoluble que sea debe hacérnosla abandonar”, o como decían los antiguos, “clara non sunt mutanda propter obscura”.

Pero esta respuesta –que al fin es una aproximación a la verdad–  no resistió el ataque mucho más erudito de la crítica moderna; por la sencilla razón de que la  interdependencia explica sí las coincidencias pero no explica –antes vuelve absurdas– las disidencias de los tres  documentos.  Si  los  Sinópticos  se  copiaron  unos  a  otros  ¿cómo  dejaron  en  sus  textos discrepancias tales, una de las cuales parece rozar la contradicción? Es inconcebible. El título puesto en la cruz (Mt. 27, 37; Mc. 15, 26; Lc. 23, 38), el padrenuestro (Mt. 6, 9; Lc. 11, 2), la hora de la crucifixión, los ciegos de Jericó, los dos demonios gerasenos, las circunstancias de la triple defección de Pedro, tienen diferencias de pormenor. Y lo más importante de todo I las palabras de la Institución de la Eucaristía! (Mt. XXVI, 26; etc.  XIV, 22; Lc. XXII, 19) donde parece había de esperarse una total coincidencia literal, tienen una diferencia, que no por pequeña es menos sorprendente, porque i se trata de las mismas palabras sacrosantas de la Consagración del pan y del vino!

El  ataque  moderno  contra  los  Sinópticos  produjo  una  enorme  confusión:  múltiples 
teorías, que se iban complicando de más en más con la discusión, y que se pueden reducir a 
cinco cabezas a saber:

1. Sistema de la tradición oral
2. Sistema de la interdependencia
3. Sistema de los documentos,

el cual tercer sistema se dividía a su vez en:

1. Sistema de un documento primigenio perdido
2. Sistema de muchos documentos
3. Sistema de dos documentos,
el  cual  sistema  de  “las  dos  fuentes”,  propugnado  por  la  “alta  crítica”  alemana  (Ewald,  su 
inventor en 1850, Julicher, Wellhausen, Von Harnack, Loisy, Goguel, Weiss y una legión) y en el cual cayeron algunos grandes exegetas católicos (Batiffol, Lagrange) fue prohibido en 1912, por la Comisión Bíblica de Roma. No sin causa; porque en efecto, es el más flojo de todos16.

Pero como es muy talentudo, el amedrentado metodista roza la solución él mismo sin saberlo dos o tres veces: por ejemplo, cuando dice que, para él, debió de haber existido “on the close of our's Lord's life some original sketch drawn up by the congregation” (“al cerrarse la  vida  de  Nuestro  Señor,  algún  esbozo  original  redactado  por  la  comunidad  –o  sea,  la Iglesia);  donde  basta  sustituir  las  palabras  “sketch  drawn  up”  (“esquema  redactado'')  por rapport  recitated  (recitado  oral)  para  dar  en  ]a  verdad  verdadera,  que  Froude  no  podía  ni imaginar entonces.
Es curioso que la principal objeción de Froude se ha dado vuelta en nuestros días en una  confirmación  que  Jousse  no  trae  en  su  libro.  La  objeción  contra  la  autencía  de  los Sinópticos  que  Froude  recibe  de  los  pseudocríticos  alemanes  y  que  lo  aterroriza,  es  la siguiente: en el principal testigo de dicha autencía y del canon de los Libros Santos, es decir, en San Justino Mártir, que vivió al fin del siglo I, están citadas ciertamente frases de Mateo, Marcos y Lucas pero no  asignadas a Mateo, Marcos y Lucas; mas asignadas a unas palabras griegas, misteriosas para Froude, que son: “apomnemonémata toón Apostóloom” las cuales el inglés traduce:  “las Memorias d e los Apóstoles”.  Luego... Mateo, Marcos  y  Lucas no son verdaderos autores de nuestros actuales Evangelios.

La traducción exacta de esta fórmula repetida de Justino es: “lo que viene o procede de la memoria de los Apóstoles” –que ésa es la fuerza de la preposición “apó”–  o sea lo que los Doctores Latinos denominan simplemente “la Catequesis Apostólica”; puesta por escrito fielmente por los tres sagrados amanuenses.
Es decir, que Justino Mártir evidentemente usa esa fórmula para dar a entender cuál es el verdadero origen y la autoridad de los Evangelios escritos de Mateo, Marcos  y Lucas, y que los dichos no son sino los  amanuenses o metteurs-par-écrit  de un texto que no procede de ellos sino de los  “Testigos de Jesús”  y por ellos, directamente de Jesús; texto recitado  en las  ecclesías  o reuniones de cristianos  –y no escrito–  con la uniformidad infalible del  estilo oral, por los Apóstoles, los Discípulos y los nabbíes y meturgemanes, durante el lapso de una generación, la de los “Testigos de Cristo”; y controlado por todos ellos. .
Cuando una hipótesis se complica más a medida que más se discute y más hechos se descubren, es señal de problema mal planteado, o sea, falso problema: ésa es otra regla lógica infalible. El falso planteamiento fue depistado por la falange de  investigadores de psicología lingüística y etnográfica de la escuela francesa, encabezados por Basset en 1880 (La Poésie Arabe  Antéislamique)  y  el  judío  Dermesteter  (Chants  Populaires  des  Afghans,  en  1888)  y descubierto en forma repentina por Marcel Jousse  alrededor de 1920. Simplemente se estaba discutiendo  acerca  de  libros  que  no  eran  libros  escritos  sino  recitados  transcriptos;  y  se ignoraba todo acerca de las leyes de la  recitación  en los ambientes de  estilo oral:  un falso supuesto, y una ignorancia elenchi.

La cenicienta entre todas las hipótesis, la de la tradición oral,  propuesta por J. Carlos Giéseler en 1818, era la verdadera; mas era antes fácilmente destrozada por sus adversarios, porque  en  su  ignorantia  elenchi  todos  concebían  la  recitación  de  un  texto  imaginándose  a Berta Singerman o Lola Membrives, como si dijéramos: quiero decir, tal como nosotros la conocemos en nuestros medios de estilo escrito. De ese modo, sí señor, la transmisión fiel  de la  catequesis  apostólica  es  netamente  inconcebible.  Pero  la  hipótesis  de  Giéseler  era  una intuición genial de  algo-que-debe-ser-así-aunque-no-lo-comprendamos-por-ahora; y es gran mérito  de  Godet  (1888),  Wescot  (1888),  Thompson  (1895)  y  de  innumerables  críticos católicos  :  Haneberg  (1856),  Bisping  (1864),  Schegg  (1870),  Le  Camus  (1887),  Fillión (1889),  Cornely  (1886)  ,  Knabenbauer  (1894),  Landrieux  (1897)  ,  Buzy  (1912),  Dhorme (1910), Tobac (1919), haber acogido a esa cenicienta, que había de llegar a reina. ¡Tan cierto es  que  la  verdad  es  inverosímil!  Le  Camus  en  1890  con  su  libro  Notre  Voyage  aux  Pays Bibliques, había atrapado ya las grandes líneas de la solución, aunque sólo como intuición y working-hypotheses; que Jousse había de recibir y probar rigurosamente.

Entretanto  la  falange  regimentada  de  los  exegetas  de  profesión  y  de  los  autores copiandinos  de  “Introducciones”  y  “Manuales”  había  encontrado  para  el  lío  un  efugio deleznable  y  casi  pueril,  que  llamaron  “sistema mixto”:  combinaron  todas  las  hipótesis  en una afirmando con  faccia tosta  que los Evangelios procedían a la vez de una tradición oral, de una interdependencia, y del uso de documentos. Si uno trata de imaginar en concreto un libro  compuesto  de  esa  manera,  sale  una  quimera,  un  monstruo.  “Humano  capiti  cervicem pictor equinam...”. El querer contentar a todos podrá ser muy bueno en política, pero es fatal en la ciencia. Aparentemente “ecléctico”, el sistema mixto es risible: queriendo colectar en su favor  todos  los  argumentos  en  pro  de  los  diversos  sistemas–inconciliables  entre  sí–lo  que colecta  son  todas  sus  dificultades;  y  sus  autores  se  parecen  ali  “Juez  Complaciente”  de Manzoni, el cual habiendo oído al primero de los litigantes, exclamó: “Tiene usted razón”; pero  después  habló  el  otro  y  el  juez  exclamó:  “Tiene  usted  razón”;  a  lo  que  un  hijo  suyo chiquilín,  que  estaba  presente,  observó:  “Papá,  es  imposible  que  los  dos  tengan  razón  a  la vez...”. Y el Juez Complaciente dijo: “¿Sabes que tú también tienes razón?”.
Siento  un  poco  tener  que  maltratar  a  este  “sistema”,  que  me  enseñaron  en  la Gregoriana y yo dócilmente aprendí, por no “haber sido llamado  –todavía–  por la ciencia al orden”, como dice Kirkegor. “Quien no es llamado por la ciencia al orden, quien no se ha puesto en guardia acerca del fondo de los  diversos  problemas...  –escribe  el  gran  danés–  podrá  conseguir  a  veces  una  cierta  ingeniosidad, “engrupirse” de que lo ha entendido todo, y sunchar juntas las contradicciones en una síntesis vacua. Pero esta ganancia se vengará después, como todo bien mal adquirido; el cual, lo mismo en la Ciencia que en la Ley Civil, no puede volverse nunca propiedad legítima''17.

Hay  muchísimos  “que  no  han  sido  llamados  todavía  por  la  ciencia  al  orden”;  y algunos de ellos, de gran fama, me dejan pasmado: imaginemos un físico moderno que no se hubiese  enterado  todavía  de  las  “ecuaciones  de  Lorentz”,  por  ejemplo.  Eso  demuestra  la incomunicación  y  la  incoherencia  del  estado  actual  de  la  Teología:  por  eso  nos  vemos obligados a hacer esta exposición, y “to expose them”, como dice el inglés. Jousse publicó su apretada pero no inaccesible memoria en 1925, la explicó en el Instituto Bíblico de Roma en 1927, se cansó de dar conferencias sobre ella en la Ecole d'Anthropologie de París  –donde lo escuchamos  en  1932–,  las  revistas  vulgarizaron  sus  conceptos,  los  diarios  anunciaron  su descubrimiento y... Ricciotti, Nácar-Colunga Bover, Murillo, Luis María Jiménez Font, el P. Leal,  y  otra  cantidad  de  “técnicos”  en  Escritura  no  se  han  enterado  todavía.  Y  es  una “noticia” capital para la ciencia bíblica.

La  doctrina  de  la  psicología  del  gesto  de  Jousse,  no  confeccionada  adrede  para resolver  la  falsa  Cuestión  Sinóptica,  sino  como  investigación  de  ciencia  pura  de  ámbito mucho  más  general,  de  paso  y  como  una  de  sus  consecuencias  obvias,  corta  de  un  tajo  el nudo gordiano de ese pseudo-problema; como verá el amable lector  –o sea el linotipista y la dactilógrafa, que quizá sean mis únicos amables lectores– en el capítulo siguiente.

VII. Aplicación de la nueva psicología lingüística a la crítica bíblica.


La  exégesis  hoy  día  participa  de  las  condiciones  embarulladas  del  mundo  actual; quizá  más  aún  que  las  otras  ciencias  culturales.  Hegel  ha  introducido  el  macaneo  en  el dominio de las “Geistes-Wissenschaften”.Las cuestiones más graves de exégesis son agitadas hoy día por hombres de método científico bastante dudoso; y a veces en forma tan temeraria, que es reconfortante escuchar sobre eso a una ciencia veramente experimental.

La ciencia experimental psicolinguística y etnográfica ha resultado hoy día netamente conservadora de la Tradición; y de la tradición católica más antigua, pura y acendrada. De tal modo que se podría parodiar la conocida frase18 de Francis Bacon, diciendo:  mucha  ciencia experimental acerca a la Tradición, poca ciencia experimental aleja de la Tradición.

Hay exegetas hoy día que se tienen por defensores integérrimos de la Tradición y la Fe; a las cuales en realidad desacreditan y comprometen con sus macanas...Las  pacientes  y  rigurosas  búsquedas  del  P.  Marcel  Jousse  proceden  con  un  método objetivo,  cuidadoso  de  los  hechos,  de  todos  los  hechos.  Y  ellas,  al  mismo  tiempo  que  han dado la razón a los despreciados partidarios del sistema de la  tradición oral,  han reunido los sufragios  de  los  más  prudentes  especialistas  modernos,  incluso  de  un  exegeta  tan independiente  y  poco  sumiso  como  Alfred  Loisy.  Uno  de  los  más  sabios  miembros  de  la Comisión Bíblica de Roma dedicaba poco ha uno de sus estudios “al R. P. Jousse, que por una vía nueva, confirma las verdades antiguas”.

Esta vía nueva, del todo inesperada después de tantísimas lucubraciones, se parece al huevo de Colón: es la aplicación de las leyes del  estilo oral, científicamente desentrañadas, a los  textos  bíblicos  escrupulosamente  repuestos  en  su  medio  original,  y  no  según  nuestras actuales  habitudes  y  experiencias  de  estilo  escrito;  habitudes  que  han  engendrado  tantos falsos problemas, errores y negaciones vanas.
Una  multitud  de  hechos  convergentes  prueban  que  los  libros  del  Viejo  y  Nuevo Testamento son un puro ejemplo de estilo oral.

Para estudiarlos pues hay que reponerlos y bañarlos en su propia atmósfera, y no en los  ácidos  de  nuestros  métodos  de  hipercrítica  gráfica.  Los  tres  Sinópticos  no  son syn-ópticos sino syn-acústicos: los ojos no tienen nada que ver con ellos: 12 boca y los oídos –pero especialmente entrenados–, fueron quienes los crearon. La primera investigación psicofisiológica será pues la de los  esquemas-rítmicos-tipo en  los  cuales  todos  los  recitadores  de  Israel  han  moldeado  y  vertido  sus  composiciones populares hebraicas.

Después  hay  que  establecer  el  elenco  de  paralelismos-clisé  (Jacob-Israel, hombre-mujer, cielos-tierra, ánima-espíritu, carne-ánima, vida-muerte, sabio-necio, etcétera) que no solamente desatan los balanceos binarios y ternarios por una especie de automatismo casi  previsible,  sino  que  encauzan  por  dentro  la  composición  de  acuerdo  a  una  lógica profunda; aunque no sea nuestra lógica grecolatina.

En fin, hay que despistar cuidadosamente los dispositivos didácticos que rigen esas curiosas composiciones: palabras mnemotécnicamente repetidas (palabras-broche) esquemas rítmicos  plurales  (estrofas)  esquemas  complementarios  (recitativos  O.)  trabazón  de  las estrofas entre sí, clisés comunes, y palabras propias... o sea “ápax legómena”.
Por su retorno repetido, algunos paralelismos-clisé sirven para distinguir los diversos géneros  que  usan  los  recitadores:  género  teológico,  género  histórico,  género  filosófico, género poético...
Naturalmente estos géneros literarios no coinciden exactamente con los nuestros, más evolucionados y diferenciados; y  se recubren e interfieren no poco: hay que tomarlos como son.  Desde  luego,  no  hay  que  hacer  la  confusión–que  se  hace  continuamente  por  algunos semidoctos–del  estilo oral  con  nuestra poesía,  con su rima, sus pies contados  y  sus reglas rígidas y a veces artificiales19.

El fin de los poemas orales hebreos –si así se quiere llamarlos– no es producir efectos estéticos  o  un  estado  de  magia  –”de  la  musique  avant  toute  chose”  era  un  disparate  para ellos; y más aún la definición de Dante:  “una finzione rettorica dipoi posta in musica”–. Su fin es mucho más elemental y necesario: una composición meticulosamente ordenada para ser aprendida fácilmente de memoria, y retenida impecablemente de generación en generación, a fin de conservar los documentos vitales de la raza: religión, leyes, historia...
Los  grandes libros de la Humanidad  –desde el  Vedanta  al  Poema del Myo Cid–  no son libros escritos, sino  puestos por escrito  a veces mucho después de su creación, y quizá justamente a modo de  testimonio,  para controlar la fidelidad de los diversos recitadores; así Pisístrato hizo poner por escrito las  rapsodias  orales de Homero, cuando se notó en Grecia que  empezaban  a  corromperse;  es  decir,  a  diferir  entre  sí,  por  obra  de  los  rapsodas,  o recitadores.

El  estilo  oral  no  es  una  cosa  prehistórica  o  arqueológica:  está  en  la  natura  del lenguaje, se conserva ahora en muchas partes del mundo, y resucita cuando y donde menos se piensa aun en medio del estilo escrito 20.

Claudel  hizo  la  innovación  revolucionaria  en  la  poesía  moderna  –y  también  Walt Whitman y otros–  de usar un  versículo rítmico  –rimado o no–, a semejanza de la BIBLIA; pero es una imitación refinada y de segunda mano del  estilo oral; Péguy está más cerca de la natura;  él  inspiró  su  versículo  a  Claudel.  Sin  conocer  los  precedentes  lingüísticos, instintivamente,  encontró  su  frase  proposicional  sustitutiva  del  verso,  en  la  lengua  de  los campesinos  lutecienses,  sus  paisanos.  Su  coincidencia  con  la  expresión  de  los  pueblos primitivos (es decir, con la poesía en estado puro y naciente) se halla no sólo en el versículo libre y variosílabo, calcado sobre el ritmo de la respiración y la emoción, que leemos en  Le porche du mystére de la Deuxiéme Vertu,  sino principalmente en las monótonas y potentes retahílas  de  cuartetos  alejandrinos  de  Eöe;  con  sus  metódicas  repeticiones,  a  semejanza  de olas de agua o surcos de arado en la tierra, que trasuntan el viejo uso de la palabra-broche:

“Il allait hériter des naufrages de Rome, 
Du monde divisé dans des morcellements
11 allait hériter des naufrages de l'homme
Des eoeurs subdivisés par amoncellements.

I1 allait hériter des partages de Rome
D'un Empire brisé par des morcellements
11 allait hériter des partages de l'homme
D'un royaume épuisé par des ruisselleme?...

11 allait hériter des lourds legionnaires...
11 allait hériter des maigres mercenaires...
11 allait hériter des peuples débonnaires...
11 allait hériter des peuples centenaires...

11 allait hériter...
11 allait hériter...”, etcétera, etcétera.

Y así pacientemente durante cuatro páginas pesadas y potentes. Péguy no sabía nada de  los  trabajos  del  P.  Jousse  ni  de  los  recitados  orientales;  se  limitó  a  calcar  sus  internas meditaciones según el modo de pensar –y de expresar– de los paisanos franceses de la región20

El turquito Sait Saitim, árabe nacido en Damasco y radicado en Chascomús, amigo de don Martín Larralde, como había sido cadí  de familia, se sabía las leyes y la historia de su región en  verso,  como  pensaban  los  criollos.  Podía  decirle  a  uno  quien  sucedió  a  Omar  ibn  Abi Rabi’ah,  y  aun  quién  fue  el  undécimo  de  los  Abbásidas;  pero  tenía  que  recitar  su cantilena-psalmodia hasta llegar alundécimo; no podía saltar nada, porque los clisés o gestos proposicionales  se  desencadenan  unos  a  otros.  Mi  abuela  doña  Magdalena  sabía  cuentos infantiles  en  dialecto  furlán,  que  recitaba  siempre  exactamente  igual,  como  sin  duda  pasó durante  generaciones;  si  el  cuento  tenía  tres  partes,  no  podía  empezar  por  la  segunda.  Los ejemplos pueden centuplicarse; porque el estilo oral una vez que uno lo ha entendido, ve que es una cosa que existe, y deposita sus huellas por todas partes chartresa, a cuya raza pertenecía.

De aquí se ve cómo Rubén Darío, a quien dan como “modernista” y “gran innovador de la métrica” no fue en realidad ni moderno ni innovador. Fue simplemente un romántico, el último y más grande de ellos, de acuerdo. Si hubiese sido realmente “modernista”, hubiera usado el metro de Walt Whitman.
“Es  con  voz  de  la  Biblia  y  verso  de  Walt  Whitman,  que  habría  que  llegar  hasta  ti, 
Cazador”. Sí; pero él no lo hizo.

Cuando  Israel  volvió  de  la  cautividad  babiloniana  en  posesión  de  un  dialecto,  el arameo, los Recitados tradicionales no podían ser ya comprendidos en el hebreo original.Entonces comienza el menester de los  meturgemanes  o traductores-intérpretes de la Sinagoga. Ellos traducen,  o mejor dicho, calcan un esquema rítmico hebreo en otro esquema rítmico análogo en arameo o lengua vulgar.
Estas  traducciones  orales  o  targúms  no  fueron  puestas  por  escrito  al  principio  por escrúpulo  religioso:  se  transmitieron  oralmente  y  muy  fielmente  de  generación  en generación21.

Son  esquemas  rítmicos  calcados  sobre  la  Biblia,  familiares  desde  la  infancia  a  los palestinos, los que van a servir de  thesaurum  o material común a los recitadores judíos del tiempo de Cristo. De ahí la necesidad do conocer los clisés bíblicos hebreos para comprender bien las composiciones orales arameas a las cuales pertenecen nuestros cuatro Evangelios, así como gran parte de las Epístolas y el Aapokalypsis.

Cuando  las  comunidades  judías  comenzaron  a  pulular  en  ambientes  que  hablaban griego, se verificó un segundo calco.  Allí también hubo que fabricar targúms  orales griegos, aprendidos de coro, y después fijados por escrito.
Entonces se produce naturalmente un fenómeno de  interferencia.  Los clisés arameos aprendidos de memoria por los  meturgemanes se interponen a  veces delante del clisé hebreo; o viceversa; esto da a veces  calcos  griegos absolutamente raros y aun incomprensibles, si no se acude al clisé extraño que está detrás de las palabras griegas demasiado literales; es decir, al  dispositivo  lingüístico  interferente.  La  “oscuridad”  de  la  Escritura  no  es  por  lo  común oscuridad  del  original,  sino  de  la  traducción.  Para  poner  un  ejemplo:  “Tí  ennóí  kai  soi, guinai?”,  dice el Evangelio de San Juan en las bodas de Caná. En griego ese clisé significa literalmente: “'Mujer, ¿y a mí y a ti qué?”. Parece una respuesta algo guaranga o al menos brusca de Cristo a su Madre. El traductor protestante de la Biblia inglesa de 1524, el famoso y  desdichado  William  Tyndale,  que  abrigaba  un  fiero  furor  hacia  el  culto  de  la  SantísimaVirgen, lo agarró por donde quemaba, y lo tradujo lo más guarangamente posible: “Mujer, yo no tengo nada que ver contigo”; y tenemos testimonio del choque que produjo esta frase al comenzar  a  ser  leída  en  las  parroquias  rurales  inglesas  –en  tiempo  de  Enrique  VIII  y  por artimaña del pérfido arzobispo Cranmer–  el evangelio del domingo segundo de Epifanía en lengua vulgar. El pueblo sencillo no quería admitir que Cristo hubiese dicho eso a su Madre, así  lo  atestiguase  el  mismo  Erasmo  o  el  mismísimo  Homero  en  persona;  y  tenía  razón  el pueblo sencillo instintivamente, contra los pedantes que “sabían griego”.

El  modismo  arameo  original,  que  está  detrás  de  esas  palabras  griegas,  según  dicen hoy los peritos, no tiene de necesidad un sentido de reproche y repulsa,  sino que suele usarse en forma sonriente y humorosa, como si dijéramos en castellano: “Madre, no nos metamos ahora en líos; sabes que mi hora no ha llegado”. Mas la Madre entendió la sonrisa y no las palabras, a la moda de las mujeres; y sin hablar una palabra más, le hizo a Cristo adelantar su hora.  Desde entonces hasta hoy, con respecto a su Madre, Cristo ha tenido siempre el reloj adelantado.
Los  ejemplos  se  podrían  multiplicar.  El  Nuevo  Testamento  no  está  compuesto  de palabras  sino  de  clisés  o  frases  hechas.  En  realidad  toda  lengua  está  compuesta  de  frases. Cuando a mí me dice alguien, por ejemplo: “Vea, señor, el almacén de Pérez no está en esta cuadra; doble a la vuelta y emboque la calle Piedras”, yo creo percibir una fila de palabras  –pero no es así– porque ]as he leído escritas y estoy acostumbrado –y harto– de leer y escribir. 
Pero  póngase  delante  de  un  forastero...  que  no  sea  familiar  con  la  lengua,  y  él  nos  dará 
testimonio de que lo oído es lo siguiente:

Veaseñorelalmacéndepérez
Noestáenestacuadra
Dob1ealavueltay
Emboquelacallepiedras.

Y mucho mejor que un extranjero, sería poner uno de los delicados aparatos fonéticos registradores, inventados por el Abbé Rousselot.
Pues bien, mucho más todavía y en forma más perfecta, la lengua de los  medios  estilorales  está  compuesta  de  frases;  y  éstas  por  lo  común prefabricadas  con  gran  perfección  y  manejadas  por  todos  con  gran uniformidad;  como  los  campesinos  de  Castilla  o  de  la  Toscana  manejan  sus 
refranes.“Las  personas  habituadas  a  considerar  la  palabra  suelta  como  una unidad  psicolingüística  real  –escribe  L.  Leroy,  es  decir,  todos  nosotros–  se quedan  entera1nente  desorientadas  cuando  se  les  enseña  que  hay  lenguajes, como  los  chinos  por  ejemplo,  donde  no  existen  palabras,  propiamente hablando...”22.

Es  ahora  sencillísimo  de  comprender  lo  que  pasó  COn  los  diversos targúms  de toda especie –pues los targúms  rabínicos y talmúdicos de antes de Cristo  están  afectados  exactamente  de  las  condiciones  mismas  de  los Evangelios–  en  manos  de  dos  o  tres  diversos  meturgemanes.  Los  clisés  –pongamos–  arameos no son traducibles siempre  idéntice  al griego y menos al latín. . . Es cosa sabida que las lenöJuas diversas no se cubren exactamente, y que  toda  lengua  tiene  palabras  privativas  suyas  que  no  tienen  equivalente exacto  en  otras,  y  se  pueden  traducir  por  varias  palabras,  o  sólo  con  uná paráfrasis;  como  por  ejemplo  la  palabra  matter  en  ingles.  Y  vicevcrsa:  hay frases enteras que se pueden verter con una sola palabra de otra lengua, como mise-en-page: paginación, por ejemplo23. 

De ahí que dos o tres  meturgemanes pueden verter de dos o tres modos diversos en griego el mismo clisé arameo; de  donde  se  origina  sencillamente  el  famoso  “misterio  de  la  Cuestión Sinóptica”;  “la  asombrosa  coincidencia  y  más  asombrosa  disidencia”  que asombró a San Agustín y a tantas gentes luego: si no se leyeron mutuamente parece  imposible  que  coincidan  tanto;  y  si  se  leyeron,  que  discrepen  tanto... Mateo, Marcos y Lucas. No se leyeron mutuamente; pero oyeron los tres a un mismo  Recitador,  lo  memorizaron  y  después  decalcaron  en  griego  lo  que habían retenido fielmente de memoria. El P. Jousse ha hecho el experimento de  tomar  dos  textos  sacros  griegos  paralelos  y  disímiles  y  retrasponerlos  al arameo  para  encontrar  que  los  sinónimos  desaparecen,  y  las  divergencias  se disipan en una convergencia de expresión aramea única...
En este medio de puro estilo oral arameo nace, se desarrolla y enseña un rabbí de Nazareth, Jesús, el Mesías.

Hablando  a  gentes  arameas,  de  estilo  oral,  desarrolla  su  divina Instrucción  en  improvisaciones  didácticas  según  el  uso  de  los  demás  rabbís instructores de su tiempo y de antes y de después de él, por cierto, como éstas por ejemplo:

Improvisación didáctica de Rabbí Elisha Ben Abuyah

Recitativo 1
1. Todo aquel que aprende siendo niño
¿A qué cosa será comparable?
A pluma con tinta escribiendo
Sobre pergamino nuevo...

Recitativo 2
1. Todo aquel que aprende siendo viejo
¿A qué cosa será comparable?
2. A pluma con tinta escribiendo
Sobre pergamino raspado...
Improvisación didáctica de Rabbí Josef Bar Iuda

Recitativo 1
1. Aquel que aprende de los jóvenes
¿A qué cosa será comparable?
2. A un hombre que come las uvas verdes
Y bebe el vino en el lagar.
1. Aquel que aprende de los viejos
¿A qué cosa será comparable?
2. A un hombre que come las uvas maduras
Y bebe el vino con solera.

Lo  mismo  que  los  otros  rabbís,  el  Mesías  Jesús  improvisaba,  con  los  sencillos  y tradicionales  paralelismos clisé  o estereotipias (tierra-cielos; piedra-arena; sabio-necio; vino nuevo-vino  viejo;  luz-tinieblas;  salud-enfermedad;  agua-fuego,  espíritu-carne,  pastor-oveja; trigo-cizaña;  sarmiento-viña;  siglo-reino)  sus  sublimes  recitados  en  los  géneros  susitados: género himno, género plegaria, género misterio de fe, y, sobre todo, género parábola, el cual se encuentra desarrollado en él de una manera enteramente propia y peculiar.
Por supuesto que  –lo mismo que con los otros  rabiís  y como ocurre aún hoy con los “autores” de los medios de  estilo oral–  él era de inmediato e impecablemente memorizado por sus decoristas (o discípulos) y aun parcialmente por el auditorio: memorización facilitada por la misma disposición “dialécticamente psalmodiada” de los recitativos lo cual puede uno comprobar experimentalmente una vez que entiende el procedimiento:

Improvisación didáctica de Rabbí Jesús, el Mesías

Recitativo 1
1. No atesoréis para vosotros
Tesoros en la tierra
2. Donde el herrumbre y polilla los comen
Donde los ladrones cavan y roban.

Recitativo 2
1. Más atesorad para vosotros
Tesoros en los cielos
Donde el herrumbre y polilla no los comen
Donde los ladrones no cavan y roban...

Recitativo 1
1. Quienquiera oye estos discursos y los hace
Es semejante a un hombre cuerdo
que edificó su casa sobre piedra.
2. Y mirad la lluvia ha caído
Los torrentes se desataron...
3. Y los vientos han soplado
Y atropellaron contra la casa...
4. Y la casa no fue volteada
Porque estaba fundarla sobre piedra.

Recitativo 2
1. Quienquiera oye estos discursos y no los hace
Es semejante a un hombre necio
Que edificó su casa sobre arena.
2. Y mirad la lluvia ha caído
Los torrentes se desataron...
3. Y los vientos han soplado
Y atropellaron contra la casa..
4. Y la casa fue volteada
Y Su derrumbe fue tremendo.

Éstos  son  recitativos  sencillos,  conservados  por  el  Evangelista  en  su  pura  forma aramaica. Cualquiera ve que son fáciles de retener de memoria: lo único que cambia son unas cuantas palabras; y las que no cambian son clises o estereotipias conocidas por los oyentes de antemano y usadas continuamente en su conversación: a modo de refranes, o frases hechas.
Éstos  son  recitados  sencillos,  como  digo,  conservados  casi  literalmente  por  el meturgemán;  un  poco  abreviados  posiblemente.  En  otros  el  calco  griego  ha  modificado  o resumido un poco; pero un entendido puede reconducirlos fácilmente a las leyes de su forma original.  Cristo  debió  ser  un  maestro  en  estas  composiciones  orales,  puesto  que  las  gentes exclaman al oírlo: “Verdaderamente jamas un hombre ha hablado como este hombre”.

Después de la Ascensión, los Apóstoles, probablemente en común  –en el Cenáculo– insertaron los discursos  –o griegos o arameos–  de Cristo en un contexto histórico compuesto igualmente con los clisés arameos tradicionales: eso constituyó lo que se llama  de antiguo  –los Santos Padres nos han conservado el nombre– la “catequesis apostólica”. Después, en su predicación oral palestina, entregaban a los rieles uno o varios  –según la necesidad–  de esos recitados  históricos  o  doctrinales.  San  Juan  se  dedicó  sobre  todo  a  los  discursos  más espirituales del Maestro; los otros Apóstoles transmitieron los discursos del género parábola y del género apokalyptico o moral con preferencia: de acuerdo a los auditorios y a su propia idiosincrasia.

Cuando  hubo  que  adoctrinar  a  los  pueblos  de  habla  griega,  se  tradujo  al  griego  las fórmulas arameas acostumbradas; si ya el mismo Cristo no las había traducido, conforme es posible en el medio palestinense bilingüe. Lo que se traducía no era un papel escrito, sino una palabra  escuchada  y  retenida.  Los  Apóstoles  (Pedro,  Mateo,  Juan,  Pablo)  recitaban  en arameo;  sus  meturgemanes  o  repetidores-traductores  (Juan,  Marcos,  Tito,  Lucas,  Bernabé) escuchaban  y  calcaban,  oralmente,  en  griego  vulgar.  Un  meturgeman  no  necesita  traducir a-medida-que,  como nuestros traductores; puede esperar el fin del recitado, que se imprime tal cual en su memoria y en sus músculos laringo-bucales maravillosamente entrenados.

Ahora  bien:  algunas  palabras  arameas  de  sonido  idéntico  (homónimos)  o  casi idénticas  –a  causa de la  degradación  fonética de las guturales y las sibilantes, estudiada por Jousse– eran vertidas al griego ya en un sentido ya en otro, según lo entendían los intérpretes.
Tenemos un primer principio de  variantes  que afecta al sentido mismo; y que  pasó a los Evangelios escritos.

Segundo: suponiendo que el intérprete no duda del sentido exacto de la palabra por calcar,  sus  traducciones,  por  fieles  que  se  quiera,  podrán  no  ser  idénticas,  sino  sinónimas solamente: es sabido que toda lengua posee cantidad de sinónimos, que excogita la pericia o el gusto del hablista. Las expresiones griegas excogitadas por los intérpretes pertenecían a ese diccionario vivo  común, compuesto por las versiones  griegas del Viejo  Testamento en uso entre los judíos, de las que Los Setenta era la más usitada; ese diccionario era lo bastante rico para proveer cantidad de clisés sinónimos. Los dos intérpretes apostólicos, Marcos y Lucas, por  sus  relaciones  mutuas  y  por  venir  de  ambientes  idénticos,  tenían  el  mismo  modo  de calcar  oralmente  y  sus  clisés  les  son  comunes;  otros,  como  Mateo  o  el  que  fue  quizás  su intérprete, emplean otras fórmulas, equivalentes; y también tradicionales.

De  donde  tenemos  la  coincidencia  literal  de  los  Evangelios;  y  la  otra  forma  de divergencia, que atañe ya no al sentido sino a las expresiones.
Estos  hechos,  expuestos  aquí  por  orden  cronológico,  no  fueron  hallados  así  por  los investigadores, sino en sentido inverso. La traducción (o retraspuesta) al arameo de perícopas paralelas  del  Evangelio,  hecha  por  especialistas,  reveló  que  ellas  se  fundían  en  una;  y desaparecidas las divergencias aparentes, se disipaba el “misterio” de la Cuestión Sinóptica. 

Ese fue el punto de partida para una retahíla de estudios sobre la psicología del estilo oral, y la  psicología  de  la  expresión  humana  en  general,  que  llegaron  hasta  el  análisis  de  lo  más íntimo de los lenguajes y de sus elementos constitutivos, sus leyes naturales y las etapas de su evolución  en  el  mundo.  Los  cimientos  de  una  nueva  e  importante  rama  de  la  psicología quedaron puestos.
Los errores acerca de ella seguirán por un tiempo su camino: los errores tienen la vida dura; y yuyo malo nunca muere. Todavía llegan hasta nosotros, por ejemplo, observaciones acerca  del  “estilo  abrupto  y  dislocado”  de  las  epístolas  de  San  Pablo,  o  acerca  de  su “incoherencia” o de su “oscuridad”. Mas si se retraspone al arameo el griego de San Pablo, estamos en presencia de una palabra magníficamente armonizada y ordenada, según las leyes tan características del  estilo oral  arameo. Aldous Huxley trata a los recitados de los Profetas hebreos  –y  a  los  salmos  de  David–  de  escritos  “bárbaros  y  brutales”;  pero  puestos  en  su contexto lingüístico son seguramente más finos y equilibrados que las poesías inglesas que él –por desgracia– escribió. Podría traer aquí toda una antología de disparates vertidos acerca de la “literatura” o la “poesía” antigua, por autores que ni sospechan que no hay “literatura” ni “poesía”  en  el  sentido  que  ellos  entienden;  sino  otra  cosa;  de  la  cual  nada  saben.  El  sabio Noeldeke,  por  ejemplo,  reprende  y  condena  severamente  a  Mahoma  y  su  Korán,  que  no tienen  más  culpa  que  la  de  no  haber  sabido  unas  reglas  poéticas  y  literarias  que  son  muy posteriores,  y  que  se  las  quieren  embutir  a  posteriori:  “La  mayor  parte  del  Korán  es decididamente prosaica  –dice el sabio sueco-inglés–  y muchas veces su estilo es afectado y melindroso.  Naturalmente  en  temas  tan  variados,  no  podemos  esperar  que  cada  parte  sea igualmente brillante y poética... Un decreto sobre el derecho de herencia, o un punto de ritual, deben  ser  por  fuerza  expresados  en  prosa  [?],  si  no  se  quiere  volverlos  incomprensibles. 

Nadie se quejará de que las leyes civiles del Éxodo o el ritual sacrificial del Levítico carezcan del fuego de Isaías o la ternura del Deuteronomio [?]. Pero la falta de Mahoma consiste en una sumisión servil y obstinada a una forma semipoética 24 que había adoptado al comienzo para complacer al [mal] gusto propio y de sus oyentes. Por ejemplo, emplea la rima 25 tratando los  temas  más  prosaicos,  produciendo  de  esa  manera  el  efecto  desagradable 26 de  un desacuerdo entre el fondo y la forma[!!!!]”
27.

Ha oído campanas y no sabe adónde; y habla del Korán como un ciego puede hablar de colores.
Los mismos garrafales malentendidos podíamos traer del P. Cladder hablando de la Epístola de San Judas Tadeo; de Reville hablando de las de San Pablo; de Loisy hablando del Apokalypsis... En los “prolegómenos de un texto crítico del Nuevo Testamento publicado en España por un autor afamado, leemos: “In poeticis Veteris Testamenti citatis, ubi commodum visum  est,  rhytmica  [sic]  dispositio  adhibita  est.  Similis  conformatio  visa  est  opportuna  in rhythmicis  quidusbam  Quarti  Evangelii,  Paulinarum  Epistolarlöm,  Apocalypseos  pericopis exhibendis...”.  Por lo visto, el autor cree que la Biblia está compuesta  parte en verso y parte en prosa.  Y examinando en su texto las partes puestas en “rythmica dispositio”,  se ve que para él todo el Viejo Testamento ha sido compuesto en verso, y el Nuevo Testamento casi todo en prosa... Sancta simplicitas!.

Siguiendo a Pitágoras, se admitió durante 2.000 años que  el movimiento circular era el más perfecto, y  por tanto los astros  debían  tener movimiento en círculo. Por desgracia los astros  no  parecieron  preocuparse  mucho  por  la  regla  de  lo  más  perfecto  y  para  hacerlos reentrar  en  ella  los  astrónomos  antiguos  tuvieron  que  infligirles  las  dos  “suposiciones primeras  y simples”  –como dice Ptolomeo–de los epiciclos  y de las excéntricas; las cuales empezaron a complicarse tanto que no podían ya llevarse adelante, cuando vino Copérnico y retiró el falso supuesto: los astros no seguían el movimiento “más perfecto” según Pitágoras.

Así también, después de haber asimilado los recitados ritmicomnemónicos a las leyes “perfectas”  de  nuestra  poesía;  de  nuestro  concepto  de  la  “poesía”  puramente  estética,  y  ya grandemente artificial, de versos y estrofas  –lenguaje de la imaginación y la emotividad, no de la memoria y el intelecto–, los eruditos y críticos se ven obligados a sobreañadirles toda clase  de  epiciclos  y  excéntricas,  para  que  los  ingenuos  ritmeros  de  Oriente  no  escapen  del todo a las leyes de la perfección poética... de los señores críticos actuales.

El descubrimiento y estudio de las leyes del  estilo oral  tiene en esta materia el efecto de  Copérnico.  Así  como  los  epiciclos  y  excéntricas  son  para  nosotros  solamente  curiosas antiguallas,  así  la  Cuestión  Sinóptica  con  sus  intrincadas  hipótesis–”problema  arduum  et salebrosum”  le  llama  Rosadini:  ya  lo  creo–,  la  cuestión  de  la  versificación  hebrea,  y  las máquinas de guerra de los racionalistas contra la autencía de los  Libros  Santos, deben ir a 
parar al museo del Flogisto, de la Piedra Filosofal y de los Espíritus Animales...

Puesto que se puede comprobar su composición oral aramea; y desde ella, gracias a la memorización invariable propia del  estilo oral,  se puede remontar a sus autores mismos, la autencía  de  los  Evangelios,  que  todos  los  siglos  cristianos  poseyeron  pacíficamente,  ha quedado  científicamente  corroborada.  Será  siendo  negada  siempre  por  algunos,  sin  duda; pero esa negación no podrá invocar desde ahora para nada el nombre de “la Ciencia”.

Estamos más seguros de que el contenido de los Evangelios procede de Cristo y ha llegado fielmente a nosotros que si Cristo los hubiese escrito a máquina, los hubiese mandado a la imprenta, y hubiese corregido las pruebas. El Mesías los depositó en una muchedumbre de  imprentas vivientes,  controlables celosamente unas por otras; y ese pueblo de recitadores constituye una masa abrumadora de testigos, una falange de  inspectores 28 y correctores y un control  de  seguridad  tal,  como  no  existe  para  un  autor  cualquiera  que  en  nuestros  días imprime un libro. Yo tengo plena certeza de que las cinco  Grandes Odas  de Paul Claudel no las escribió André Gide ni Georges Suarés; pero tengo aún mayor certeza de que el Evangelio de San Juan no lo escribió un oscuro gnóstico del siglo II que se cubrió con el nombre del Apóstol, como fantaseó Loisy.

Así quiso la Providencia conservarnos el libro más precioso que ha andado en manos 
de hombres.


Referencias:

15-De Consensu Evangeliorum, 1, 2-4 Migne, XXXIV, 1044.
16-El que lee inglés puede imponerse muy bien de esta “cuestión Sinóptica” tal como estaba 
hace un siglo  –leyendo el incisivo ensayo  Criticism and the Gospel History  del historiador 
escocés James Anthony Froude, clérigo protestante, profesor de Saint-Andrew's, Edimburgo, 
y  autor  de  una  Historia  de  Inglaterra  en  12  volúmenes.  En  este  ensayo,  publicado  en  el 
Fraser Magazine,  1864,  y recogido en el segundo tomo de  Short Studies on Great Subjects, 
Ed.  Everyman,  pág.  152,  no  se  sabe  qué  admirar  más:  si  la  lucidez  del  planteo  del  viejo 
problema  (“ingenuity”  le llaman ellos) o bien la cruel ignorancia acerca de la solución. En 
efecto,  el  autor,  partiendo  del  falso  supuesto  del  libro  “escrito”  en  país  de  estilo  escrito, 
amontona  las  hipótesis  disparatadas:  un  evangelio  primigenio  perdido...  dos  evangelios 
ídem...  copiatina  de  un  evangelista  a  los  otros...  (o  sea,  técnicamente,  teoría  de  las  dos 
fuentes,  teoría del Urevangelium, y  teoría de la interdependencia) y después arroja todo el 
pesado  fardo  a  los  divines  (o  teólogos)  retándolos  a  resolver  de  una  vez  el  “terrorífico 
problema”, puesto que para  eso les pagamos, e incluso amenazándolos, si no lo resuelven, 
con un “naufragio de la Cristiandad”...
17-Der Begriff Angst, Einleitung-Diederichs, Duseldorff, 1952, p.6. Traducción nuestra.
18-“Poca ciencia aleja de Dios, mucha ciencia acerca a Dios”. 
19-“Algunos  libros  de  la  Sagrada  Escritura  están  en  verso”,  dice  fray  Luis  de  León.  Es  un 
error. Todos los libros de la Escritura, con excepción quiza de parte de los Macabeos, están 
en estilo oral. Ahora, si dijera que son poesía, estaba cerca de la verdad; pero no poesía como 
la nuestra. 
21-Recordar lo que dice San Clemente de San Pedro: “no hizo nada para animar a Marcos...”. 
La gente sencilla de entonces tenía desconfianza a los escritos, lo mismo que la de hoy a los 
“diarios”. 
22-Le Langage, Paris, 1905, p. 49.
23-¿Traduces  The  heart  of  the  matter  como  El  revés  de  la  trama?  Mal,  muy  mal.  ¿Cómo 
traduces  el  alemán  gewasser?Y  el  francés  ailleurs?  La  palabra  griega  sophrosyne  no  tiene 
equivalente adecuado en ninguna lengua; para no hablar de la forma dual, los aoristos y los 
deponentes; y así el alemán gemütlch el francés esprit, el inglés ingenuity, el latino adsum, el 
italiano seccatore, y listas enteras se podrían hacer.
24-El estilo oral.
25-La palabra-broche, en realidad.
26-Para los acostumbrados al verso actual.
27-Enciclopedia Británica, 11° ed., artículo “Korán”

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