Testimonio mártir de Perpetua y Felicidad. El martirio como segundo bautismo.



La  Pasión de Perpetua y Felicidad  narra el martirio de tres catecúmenos,  Sáturo,  Saturnino  y Revocato,  y  de  dos  mujeres jóvenes,  Vibia  Perpetua,  de  veintidós  años  de  edad,  "de  noble nacimiento,  instruida  en  las  artes  liberales,  honrosamente casada,  que  tenía  padre,  madre  y  dos  hermanos,  uno  de  éstos catecúmeno como ella, y un hijo, que criaba a sus pechos, " y su esclava Felicidad, que estaba encinta cuando la arrestaron y dio a  luz  una  niña  poco  antes  de  morir  en  la  arena.  Sufrieron martirio el 7 de marzo del 202, en Cartago. 
Este relato es uno de los documentos más hermosos de la literatura cristiana antigua. Es único por los autores que tomaron parte en su redacción. En su  mayor  parte  (c.3-10)  es  el  diario  de  Perpetua:  "a  partir  de aquí, ella misma narra punto por punto la historia de su martirio, como la dejó escrita de su mano, según sus propias impresiones" (c.2). 

Los  capítulos  11  al  14  fueron  escritos  por  Sáturo.  Hay motivos para creer que el autor de los demás capítulos y editor de la Pasión entera es Tertuliano, contemporáneo de Perpetua y el más grande escritor de la Iglesia africana de aquel tiempo. La analogía  de  estilo,  de  sintaxis,  de  vocabulario  y  de  ideas  entre las obras de Tertuliano  Ad Martyres  y  De patientia  y la  Pasión de  Perpetua  y  Felicidad  es  sorprendente.  En  tiempo  de  San Agustín gozaban todavía estas actas de tal estimación, que hubo de  advertir  a  sus  oyentes  que  no  debían  ponerlas  al  mismo nivel  que  las Escrituras  canónicas  (De  anima et  eius  origine 1,10,12).

Las actas existen en latín y en griego. Parece que el texto latino es el original, porque el griego ha modificado algunos pasajes y echa  a  perder  la  conclusión.  C.  van  Beek  cree  que  el  mismo autor editó la  Passio  en griego y en latín; pero algunos pasajes, como los capítulos 21,2 y 16,3, prueban que el texto latino es el original  y  que  el  texto  griego  no  es  más  que  una  traducción posterior,  porque  los  juegos  de  palabras  que  ocurren  en  los citados lugares sólo pueden entenderse en latín. El  contenido  de  estas  actas  es  de  considerable  importancia para  la  historia  del  pensamiento  cristiano.  Especialmente  las visiones que tuvo Perpetua en su prisión, y que luego puso por escrito,  son  de  inestimable  valor  para  conocer  las  ideas escatológicas  de  los  primitivos  cristianos.  La  visión  de Dinócrates y la de la escalera y el dragón son ejemplos notables.Al martirio se le llama por dos veces un segundo bautismo (18,3 y  21,2).  En  la  visión  del  Buen  Pastor  se  refleja  el  rito  de  la comunión.

No  cabe  duda  que  la  Passio  de  Perpetua  y  Felicidad  es  el documento más conmovedor que nos ha llegado del tiempo de las persecuciones


Perpetua nos ha dejado un relato emocionante de las tentativas de su padre por librarla de la muerte:

De  allí  a  unos  días  se  corrió  el  rumor  de  que  íbamos  a  ser interrogados. Vino también de la ciudad mi padre, consumido de pena, y se acercó a mí con intención de derribarme, y me dijo: "Compadécete, hija mía, de mis canas; compadécete de tu padre, si es que merezco ser llamado  por ti con el nombre de padre. Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus hermanos, no me entregues al oprobio de los  hombres.  Mira  a  tus  hermanos;  mira  a  tu  madre  y  a  tu  tía materna; mira a tu hijito, que no ha de poder sobrevivirte. Depón tus ánimos, no nos aniquiles a todos, pues ninguno de nosotros podrá hablar libremente si a ti te pasa algo." Así hablaba como padre, llevado de su piedad, a par que me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su hija, sino su señora. Y yo estaba transida de dolor por el caso de mi padre,  pues  era  el  único  en  toda  mi  familia  que  no  había  de alegrarse  de  mi  martirio.  Y  traté  de  animarle  diciéndole:  "Allá en  el  estrado  sucederá  lo  que  Dios  quisiere;  pues  has  de  saber que no estamos puestos en nuestro poder, sino en el de Dios." Y se  retiró  de  mi  lado  sumido  de  tristeza.  Otro  día,  mientras estábamos  comiendo,  se  nos  arrebató  súbitamente  para  ser interrogados,  y  llegamos  al  foro  o  plaza  pública. Inmediatamente se corrió la voz por los alrededores de la plaza, y se congregó una muchedumbre inmensa. Subimos al estrado. Interrogados todos  los  demás,  confesaron  su  fe.  Por  fin  me llegó a mí también el turno. Y de pronto apareció mi padre con mi hijito en los brazos y me arrancó del estrado, suplicándome: "Compadécete  del  niño  chiquito."  Y  el  procurador  Hilariano, que  había  recibido  a  la  sazón  el  ius  gladii,  o  poder  de  vida  y muerte, en lugar del difunto procónsul Minucio Timiniano: "Ten consideración  —  dijo  —  a  la  vejez  de  tu  padre;  ten consideración a la tierna edad del niño. Sacrifica por la salud de los  emperadores."  Y  yo  respondí:  "No  sacrifico."  Hilariano: "¿Luego eres cristiana?," dijo. Y yo respondí: "Sí, soy cristiana." Y como mi padre se mantenía firme en su intento de derribarme, Hilariano dio orden de que se le echara de allí, y aun le dieron de palos. Yo sentí los golpes de mi padre como si a mí misma me hubieran apaleado. Así me dolí también por su infortunada vejez.  Entonces  Hilariano  pronuncia  sentencia  contra  todos nosotros, condenándonos a las fieras. Y bajamos jubilosos a la cárcel (BAC 75,424-426)
 Extraído de: Patrología I, Johannes Quasten, pag 176.

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