Problemas filosóficos: Complejidades de la naturaleza y los seres vivientes. Cuatro preguntas relevantes.
Apuntes de filosofía natural de la Escuela Universitaria de Teología del Obispado de Mar del Plata.
Profesor: Pbro. Gaston Bouno.
El concepto de naturaleza, el ser viviente y el hecho del cambio.
Pregunta
1: Parece ser que las bacterias pueden explicarse por las solas fuerzas de la
materia inanimada, ¿Podemos considerarla una maquina orgánica? Por otro lado,
además del principio de que por lo superior no se explica por lo inferior ¿se
puede ofrecer otro argumento contra el mecanicismo?
Lo
que se aborda en la pregunta es problema clásico de la filosofía de la vida. Y
es, si en el fondo se puede reducir la realidad viviente a la realidad no viviente
(más o menos complicada). Es el planteo de todo mecanicismo. Este enfoque lo
podemos contestar atendiendo a tres líneas distintas de reflexión.
La
primera es ateniéndonos a la realidad misma de los seres vivientes y de sus
características fundamentales que es de lo que
hablamos más arriba. Hemos caracterizado cierta actividad del ser
viviente que es lo que lo define, y dijimos que la actividad inmanente que se
diferencia esencialmente de toda actividad transitiva que aparece en las
substancias inertes. Hablamos puntualmente de la nutrición, el crecimiento y la
reproducción. Al considerar con la inteligencia al ser viviente, descubrimos
una realidad compleja, por un lado tiene características diferenciales y eso es
fenoménico, y por otro es un ser corpóreo y como tal está sujeto a todas las
características propias de los cuerpos en general. Dicho de otra manera, en el
ser viviente corpóreo confluyen todas las propiedades y características de los
seres corpóreos, sean o no vivientes, y ciertas características diferenciales.
El mecanicismo[1]
considera que esas características diferenciales no son propias de los seres
vivos, sino meros fenómenos fisicoquímicos. La respuesta está en que los
fenómenos que caracterizan los seres vivos en principio se muestran irreductibles
a los fenómenos meramente físicos.
Uno de los temas centrales de toda la
consideración mecanicista, es explicar los seres vivos como “sistemas físicos o
termodinámicos”. Esa pretensión, como advirtieron grandes físicos del siglo XIX
y XX, se topan con un límite fundamental y es que los procesos vitales parecen
trascender la segunda ley de la termodinámica, que es un principio de la
física. Para decirlo de otra manera, los procesos vitales generan una entropía
negativa, o es decir, son capaces de generar orden donde físicamente eso no
tiene una explicación. El gran físico Erwin Rudolf Josef Shcrödinger dedicó un
librito a este tema, y dice con gran inteligencia que los seres vivos no
contradicen la segunda ley de la termodinámica sino que están de alguna manera
por encima de ella. Porque lo que genera ese sistema abierto, capaz de generar
una entropía negativa, es una organización vital y que todo ser vivo procede de
otro ser vivo. En su perspectiva hay una irreductibilidad de fondo. Esta idea,
deja abierta la cuestión de donde se origina el ser viviente. Sobre esto hay
abundante bibliografía. Pero, insistimos, no quiere decir que no haya aspectos
mecánicos en la realidad viviente, la cual de hecho se sirve de procesos
“fisicoquímicos” desde su propia realidad viviente.
Otra
reflexión complementaria es que desde el problema del origen de la vida, en la
mirada mecanicista, podría explicarse por una suerte de complicación material
de forma azarosa. Pero si esta presunta explicación se reduce a decir que eso
acontece sin más por azar, entonces estamos dando una aparente explicación pero
no una explicación. Basta advertir el cumulo de expresiones animizantes o
antropologizantes que empiezan a usarse: “se construye”, “se constituye”, “se
complica” bajo el influjo de una energía, que de suyo solo aporta energía no
complejidad. De modo que ¿de dónde saldría la complejidad mayor? Hay que pensar
en otra causa más de orden superior, sino no damos explicación alguna, pues no
hay razón suficiente. Es un principio de la filosofía de la naturaleza que
ningún efecto puede explicarse si no es por una causa proporcionada y este
principio es de todo cuerpo en general.
Una
segunda línea desde la que se puede contestar en este asunto es discernir entre
objetos y planos de conocimiento, aun sobre una misma realidad. Esto debemos
tenerlo en cuenta pues cuando enfocamos un ser corpóreo desde una ciencia
físico matemática, como es por ejemplo la termodinámica clásica, estamos
haciendo un enfoque parcial de la realidad. Por lo que es un error filosófico
reducir toda la realidad de ese ser a lo que captamos bajo esa perspectiva.
Esta línea de reflexión es epistemológica y hay que tenerla en cuenta para no
perderse sobre lo que estamos hablando y cómo estamos hablando. Por ejemplo
para formular ciertas leyes estamos teniendo en cuenta ciertas características
del ser corpóreo en general que son las variables cuantificables que entran en juego y solo esas variables. Lo que
entrará en juego desde la física será la masa, la temperatura, densidad, etc.
pero no otras cosas de la realidad. Nos acotamos a ciertos aspectos que son
inteligibles bajo cierto enfoque[2].
Pero eso no agota el ser de la cosa, sino caemos en reduccionismos.
La
actividad inmanente no es una variable de la físico matemática y como tal no
tiene por qué aparecer en ella. Pero el hecho de que ese tipo de saber no se
pueda ocupar de ese aspecto de la realidad, no quiere decir que esa realidad no
exista. Detrás de ello puede ir implícita una actitud de tipo pragmatista, porque
al considerar esa realidad bajo categorías fisicomatemáticas se me hace posible
manipularlas tecnológicamente y lo único que nos importa de la realidad es eso,
todo lo demás queda fuera de juego. Entonces, reducimos la realidad misma a lo
que es manipulable por mí de la realidad[3]. Detrás
de todo modo como se enfoca la realidad está el tema de los modos de
conocimiento del hombre y de las actitudes humanas ante la naturaleza.
La
tercera línea de reflexión sería la de considerar este problema desde principios
metafísicos. El principio de que no se puede explicar adecuadamente lo superior
por lo inferior es un principio siempre vigente. Eso porque el ser superior no
se puede reducir a lo inferior, sino no sería superior. Esto algo evidente. El
reduccionismo lo que intenta demostrar es que en realidad no es superior y eso
choca con los fenómenos mismos de la primera parte de esta respuesta.
Sin
embargo respecto del principio vale la pena tener en cuenta un matiz. El ser
viviente y el no viviente son géneros distintos de ser; pero en cuanto seres
vivientes corpóreos son sustancialmente materiales aunque el primero sea más
perfecto que el segundo. De modo que si bien es verdad que no se puede explicar
el primero por el segundo, también es verdad que bajo la acción de una causa
eficiente adecuada, el ser de lo viviente corpóreo es educible de lo no
viviente corpóreo, porque en cierta manera puede estar en la potencia de la
materia ya que no trascendemos la materialidad corpórea. No podemos aplicar el
mismo argumento ontológico que aplicamos al mecanicismo al enfrentarse con la
realidad espiritual. Esta última, no solo es superior a la materia, sino que no
puede deducirse de la materia porque pertenece a otro género de realidad. Esto
mismo no se podría decir, del ser viviente respecto del inerte, porque ambos
son corpóreos.
Pregunta
2: ¿Podría el hombre crear vida a partir de materia inerte?
Esta
pregunta podemos contestarla filosóficamente si hacemos pie en los principios
de la respuesta anterior. Lo primero que hay que despejar es un equívoco
terminológico posible. Cuando hablamos de crear en el plano humano, es siempre
un producir a partir de algo. Nunca es una creación en sentido teológico, la
cual es solo aplicable a Dios. En términos metafísicos, la creación es
exclusiva de la causa primera. No de las causas segundas, que dan origen a
ciertas cosas a partir de otras.
Hecha
esta salvedad volvamos a la pregunta. Podríamos decir que en principio cabría
admitir cierta posibilidad en cuanto uno acepte que en la materia en general,
en su potencia, esta contenido el ser viviente corpóreo[4]. La posibilidad
es remota, porque habría que mostrar que el hombre es causa eficiente adecuada
para generar vida simplemente a partir de la materia no viviente. Para ello, al
hombre no le alcanza con conocer solamente leyes físicas[5], tendríamos que
conocer cuál es el principio fundante y originante del ser viviente como tal. Y
no solo conocerlo sino conocer su productibilidad. Si el hombre hoy día, con
ciertos conocimientos de laboratorio, puede, partiendo de cierta materia
orgánica (y por lo tanto que presupone la vida); generar ciertas sustancias más
complejas o aun replicar virus, lo hace siempre partiendo de una realidad
previa que es de carácter orgánico y viviente. En este caso no hay producción
de un ser viviente, sino una interferencia del hombre donde a partir de ciertas
realidades con una determinación vital produce otras un poco más complejas o
desencadena algún proceso que también se da en la naturaleza. Eso más que
producir un ser viviente, es una intervención del hombre en la esfera del ser
viviente.
En
conclusión, podríamos dar una respuesta parcialmente afirmativa, en cuanto que
el hombre podría generar unas ciertas predisposiciones para que surgiera algún
fenómeno vital. En ese sentido, podría cooperar con la naturaleza en la
generación de realidades vivientes. Eso es más razonable que pensar que el
hombre puede producir un viviente a partir de realidades totalmente inertes.
Pero insistimos; la posibilidad planteada por la pregunta podría darse si se
diesen las siguientes condiciones, (que en nuestra opinión no parecen evidentes
para nada): que el hombre sea una causa eficiente adecuada y suficiente para
generar vida.
Pregunta
3: Desde antiguo se habla de seres vivientes y seres no vivientes. Sin embargo,
en la actualidad se han descubiertos ciertas realidades intermedias como los
virus, que parecen no encajar dentro de los vivientes, ni los no vivientes. ¿No
se muestra así la caducidad y limitación de estas dos categorías para abordar
la realidad?
Lo
primero que hay que advertir es que las categorías de ser viviente y no
viviente, propiamente más que categorías son nociones o conceptos, formados a
partir de la realidad. El término categoría puede usarse adecuadamente en
sentido aristotélico, pero en otros contextos suele tener un sentido de sabor
kantiano. Como algo que está en la subjetividad y que la subjetividad proyecta
sobre el objeto constituyéndolo en tal. De ese modo se pierde todo sentido
realista de lo que es una categoría.
En
el caso del ser vivo e inerte es la realidad misma la que nos lleva a formar
esas nociones. El estudio y la profundización de esas realidades nos pueden
llevar a descubrir aspectos de los seres vivientes o no vivientes que están en
una condición no primariamente manifiesta. Para ello se requiere una
investigación rigurosa y prolongada en el tiempo. Cuando hablamos de los virus,
o ciertas bacterias, hablamos de ciertos seres que en general se consideran
vivientes, aunque sean muy imperfectos y primitivos. Los cuales no tienen todas
las actividades inmanentes propias del ser viviente, pero que tienen actividad
inmanente. De modo tal que lo que define esencialmente al ser viviente no les
falta a los virus. Lo otro que hay que advertir es que los virus se dan en los
seres vivientes, es decir, son un fenómeno en la realidad de los seres
vivientes. Ellos mismos son seres vivientes imperfectos, pero esa imperfección
conlleva que para realizar esa actividad inmanente dependen de otros seres
vivientes y se dan en ellos. De hecho una de las hipótesis acerca del origen de
los virus es que son formas degradadas de vida, que pierden cierta autonomía
vital y al degradarse pasan a depender de seres vivientes completos. Pero las
funciones que realizan son claramente vitales. Por lo que no cabe duda que son
vivientes, por más primitiva y dependiente de otro ser vivo que sea esa vida.
De
todas maneras podría plantearse el problema de una “zona intermediaria” entre
el ser viviente y el no viviente. Plantearse el problema no significa admitir
una zona que generase una continuidad entre lo viviente y lo no viviente. Porque
la distinción es esencial, se da la actividad inmanente o no se da. Lo que
podemos descubrir en la realidad son fenómenos asociados a lo viviente por un
lado, y a la no viviente por el otro que generen cierta posibilidad de tránsito
entre un aspecto y el otro. Y eso es perfectamente coherente con lo que se ha
entendido siempre sobre el ser viviente y el no viviente, porque estamos
hablando de vivientes corpóreos. De modo que ciertos aspectos complejos de la
realidad física no viviente, de alguna
manera tienen la potencialidad de ser asumidos por el ser viviente. Y a
su vez el ser viviente al perder la vida pasa a ser parte de fenómenos
meramente inorgánicos. Por lo tanto hay un tránsito de lo uno y lo otro, lo
cual es algo captable hasta por el sentido común. Pero ese tránsito es
operativo, dinámico, no sustancial como si una cosa se transforma sin más en la
otra. Esto último pasa en el cambio substancial por el cual el viviente se
extingue, pero advirtamos que allí también se trata de un fenómeno progresivo,
donde la organicidad se va extinguiendo aunque en muchos aspectos permanece por
largo tiempo. Eso nos muestra que hay una especificidad del ser vivo aun en la
corporeidad, porque tiene una integridad propia.
Una
cosa que suele decirse del virus es que no tiene propiamente “metabolismo”, y
si esto es lo definitorio o esencial del ser viviente, entonces no sería ser
vivo. Pero aunque el virus como ser viviente sea imperfectísimo, alguna
actividad inmanente tiene. Ya que se puede reproducir a su manera y se nutre
hasta cierto punto, aunque se sirva de otro metabolismo lo hace para una
funcionalidad vital propia. Con lo cual no parece oportuno no considerarlo ser
vivo, o al menos parte de los seres vivos. En este punto lo que habría que
plantear es si tiene sustancialidad, y si la tiene, si es completa o
incompleta.
El
asunto es no pretender que la existencia de fenómenos complejos pueda suprimir
nociones que son elementales para entender la realidad misma, como son la de
“ser viviente” y “ser no viviente”. Lo cual no es un invento del hombre sino
que la inteligencia la encuentra en la realidad. Uno puede encontrarse con una realidad que tiene rasgos
vivientes rudimentarios y primitivos que nos haga dudar de llamarlo viviente.
Pero si esa realidad no se da fuera de los seres vivientes, por lo menos es una
realidad vital, es decir, asociada al ser viviente.
Pregunta 4: Las ciencias biológicas han descubierto
ciertas características comunes a todos los vivientes. La célula como unidad
básica de todos ser vivo, el ADN o moléculas similares que rigen la actividad
de las células, el metabolismo como proceso común a todos los vivientes. ¿Poseen
estos descubrimientos alguna significación filosófica?
En
general tenemos que decir que todo lo que es conocimiento de la realidad que
provea una ciencia particular, es algo que tiene alguna significación para la
filosofía. En cuanto que todo lo que sea captación de algún aspecto de la
realidad enriquece nuestro conocimiento de la realidad. Una filosofía realista
trata de eso, del ser real. Por lo tanto no puede desentenderse de los aportes
del auténtico conocimiento que proveen las ciencias particulares. Por otro
lado, la filosofía al contemplar la realidad desde los primeros principios y
causas de todas las cosas, puede hacer con esos datos una apreciación y
captación de la realidad que no pueden hacer las ciencias particulares. Porque
le es propio al filósofo la visualización de la realidad desde el alcance total
de la inteligencia humana que alcanza su grado máximo en la luz metafísica. Eso
no lo puede aportar ningún otro saber humano.
Pensemos
ahora en los tres aspectos de los seres vivos nombrados en la pregunta. Lo
primero mencionado fue la célula como unidad vital de los seres vivientes. Esa
realidad tiene una significación profunda en cuanto nos preguntamos por el tipo
de entidad que tiene la célula y descubrimos que tiene la capacidad de constituir
por sí misma ciertos seres vivientes. De hecho la biología habla de seres
unicelulares. Lo que tendríamos en la célula es una forma primera de
sustancialidad viviente. Que en los
seres vivientes compuestos ya no es una sustancialidad completa según la
especie, sino meramente una unidad constitutiva de realidades sustanciales más
complejas. Empezando por tejidos, órganos, sistemas, etc.
Lo
interesante de considerar a la célula como ser viviente es que podemos
considerar en ella una autentica unidad vital, en cuanto se caracteriza por esa
actividad inmanente de la que hemos hablamos. Es algo asombroso el advertir
como en los seres complejos esa unidad vital está integrada en realidades, que
al mismo tiempo que se sirven de esa unidad elemental la trascienden.
Integrándola en una vida compleja, a la cual sirven esas unidades vitales. Eso
nos muestra la complejidad y la riqueza del ser viviente, quizás de una manera
más asombrosa todavía de la que puede permitir un acercamiento empírico humano
de sentido común.
El
segundo tema mencionado es el del ADN, con lo cual entramos en otro aspecto de
la complejidad o, por otro lado, simplicidad de la realidad de los seres vivos.
Porque el ADN tiene como dos cara. Por una parte está vinculado
fundamentalmente a la identidad y a la
plasmación de determinación de cada especie y por eso mismo a la transmisión de
la vida según la especie. Por eso constituye una base teórica para todas las
cuestiones genéticas. Es un medio general del que se valen los seres vivientes
y que forma parte de su realidad substancial. No se trata ya de una célula,
sino de una parte de las células, que no tiene sustancialidad por sí misma.
Desde el punto de vista químico es una realidad realmente compleja. Pero al
mismo tiempo, como medio universal que usan los seres vivientes para la
fijación y transmisión de caracteres vitales, podríamos decir que es un
instrumento universal de admirable simplicidad en cuanto que regula toda la
conservación y transmisión de los rasgos vitales en las especies.
Esto
asombra al filósofo, y lo invita a seguir reflexionando sobre los principios de
las actividades del ser viviente. Pero por otro lado, el descubrimiento del
ADN, no responde a una preocupación filosófica, en cuanto que no se buscan los
principios y causas primeras, permaneciendo en la esfera de lo que es propio de
los seres vivos como vivientes.
Lo
anteriormente dicho también se ve en el tema del metabolismo, lo cual abarca un
conjunto complicado de reacciones bioquímicas que son medios para la
realización de todas las actividades vitales, sea la nutrición, sea el
crecimiento, sea la reproducción. Pero son un medio de ciertas actividades, y
ellas mismas pueden considerarse una cierta actividad. Con lo cual no se trata
de un ente, sino de una operación. Porque cuando hablamos del metabolismo
hablamos de actividades propias de los seres vivos.
En
todas las características de los seres vivos, el filósofo puede ver en
principio propiedades, determinaciones, que se dan en los seres vivos. Como el
estar constituido por células que sería propio de los seres vivientes. Lo mismo
pasa con el ADN y del metabolismo, con más claridad.
Podría
plantearse el problema de si se trata de una propiedad o de algo constitutivo
de la esencia misma: ¿es el constitutivo de la esencia del ser viviente el
estar constituido por células, tener ADN y tener metabolismo? ¿O es una
propiedad? Si afirmamos que es una propiedad, decimos que hay otra cosa que es
el constitutivo esencial y de ello se siguen estas características
necesariamente y exclusivamente. Este planteo es claramente filosófico y solo
puede dilucidarse desde el punto de vista de una reflexión ontológica[6].
Si
decimos que lo que define al ser viviente es la capacidad de realizar actividad
inmanente, tendríamos que ver si esa capacidad tiene como consecuencia que ese
ser viviente se constituya celularmente o que plasme su determinación en el
ADN; o si eso equivale al tener actividad inmanente. Esto último ofrece
dificultades, ya desde la misma biología pues se han descubierto virus que sin
tener una estructura celular tienen la capacidad de realizar actividades
inmanentes. Digamos, por ahora entonces, que esas características son
manifestaciones propias del ser viviente que es el ser que tiene actividad inmanente.
[1] Las explicaciones mecánicas ni siquiera son satisfactorias en su
totalidad para el mundo físico para la ciencia fisicoquímica de hoy día. Porque
las mismas leyes por ejemplo no se aplican al mundo microfísico o subatómico.
[2] Escolásticamente se hablaría de cierta objetividad formal.
[3] Aquí estamos en las antípodas del espíritu filosófico que estudia
la “fisis”, pues la fisis en cuanto tal, es lo que brota de suyo, lo que le
está dado al hombre no lo que el hombre genera.
[4] Si nos preguntáramos si el hombre a partir de la materia puede
generar vida espiritual, la respuesta sería claramente negativa desde el
principio.
[5] Que incluso le permite controlar “parcialmente” y no totalmente los
procesos del mundo físico. Primero por la limitación del conocimiento racional
humano, y segundo por la limitación de la voluntad y la capacidad ejecutiva de
acción del hombre.
[6] Análogamente podría plantearse si la palabra en el hombre es algo
esencialmente constitutivo, o es una propiedad.
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