Padres apostólicos: Clemente de Roma, sobre la soberanía y providencia de Dios.



"Consideremos cuan blandamente se porta con toda su creación.

Los  cielos,  movidos  por  su  disposición,  le  están  sometidos  en paz.  El  día  y  la  noche  recorren  la  carrera  por  él  ordenada,  sin que mutuamente se impidan. El sol y la luna y los coros de las estrellas  giran,  conforme  a  su  ordenación,  en  armonía  y  sin transgresión alguna, en torno a los límites por El señalados. La tierra,  germinando  conforme  a  su  voluntad,  produce  a  sus debidos  tiempos  copiosísimo  sustento  para  hombres  y  fieras  y para todos los animales que se mueven sobre ella, sin que jamás se rebele ni mude nada de cuanto fue por El decretado. 

Con las mismas ordenaciones se mantienen las regiones insondables de los  abismos  y  los  parajes  inescrutables  bajo  la  tierra.  La concavidad  del  mar  inmenso,  contraído  por  artificio  suyo  a  la reunión  de  las  aguas,  no  traspasa  jamás  las  cerraduras  que  le fueron puestas en torno suyo, sino que,  como Dios le ordenó, así hace. Díjole en efecto: "Hasta aquí llegarás,  y tus olas en ti se romperán." El océano, invadeable a los hombres, y los mundos más allá de él, se dirigen por las mismas ordenaciones del Señor. Las estaciones de primavera y de verano, de otoño y de invierno, se suceden en paz unas a otras. Los escuadrones de los vientos cumplen a debido tiempo su servicio sin estorbo alguno. Y las fuentes perennes, construidas para nuestro goce y salud, ofrecen sin interrupción sus pechos para la vida de los hombres. Y los más  menudos  animalillos  forman  sus  ayuntamientos  en concordia  y  paz.  Todas  estas  cosas  ordenó  el  gran  Artífice  y Soberano  de  todo  el  universo  que  se  mantuvieran  en  paz  y concordia,  derramando  sobre  todas  sus  beneficios,  y  más copiosamente  sobre  nosotros,  que  nos  hemos  refugiado  en  sus misericordias por medio de nuestro Señor Jesucristo. A El sea la gloría y la grandeza por eternidad de eternidades. Amén" 

Johanes Quasten, "Patología", pag. 46, citando la "Epístola a los corintios" de Clemente de Roma.

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