La predestinación según la iglesia reformada y el conflicto con los remonstrantes.
Escuela
Universitaria de Teología
Obispado
de Mar del Plata
MONOGRAFIA
INDICE GENERAL
Introducción.
1. La predestinación según la iglesia reformada y el
conflicto con los remonstrantes.
1.1 Relación
íntima de los términos predestinación y elección.
1.2 La base de la elección nos es la previsión de
fe, sino el puro afecto de su voluntad.
1.3 La predestinación soberana de Dios no lo hace
injusto.
1.4 Que Dios ordene de antemano el fin y condición
de sus criaturas, no hace a Dios arbitrario, sino soberano.
Conclusión.
Bibliografía.
Introducción:
La siguiente
discusión que expondré es a modo de introducción y contiene parte de los
fundamentos de la teología reformada. El punto principal de esta tertulia es la
doctrina de la predestinación, específicamente en el marco histórico del Sínodo
de Dort, aunque mencionare a teólogos que anteceden este evento, lo hare solo
para reforzar las proposiciones. Pero para poder enmarcar esta discusión, me
gustaría hacer una breve reseña histórica que nos muestra como varios siglos
antes del Sínodo de Dort, ya se suscitaba una pelea teológica por esta
doctrina.
Desde un punto de
vista histórico, la teología calvinista o reformada pone su mirada en el
pasado, una mirada que nos lleva hasta al mismo San Agustín como uno de los
doctores por excelencia de la ortodoxia cristiana. Pero en el plano de la
discusión que compete a este escrito, lo más relevante es la discusión que
mantuvo con Pelagio, discusión que daría como fruto un respuesta conciliar
donde Agustín seria el vencedor.
Pareciera que la
historia está condenada a repetirse. El devenir del tiempo, el ocio espiritual,
el descuido de los fundamentos, entre otras acciones peligrosas, atacan la fe
cristiana provocando que, lo que una vez llamamos ortodoxia sea visto como
extraño y pernicioso. Prueba de esto es el número de concilios ecuménicos que
la iglesia ha pasado para mitigar las falsas doctrinas o herejías que se
querían infiltrar dentro de ella.
El punto de partida de la predicación
Pelagiana era totalmente diferente al de Agustín. Pelagio enseñaba que el
hombre es libre y tiene la capacidad de inclinarse hacia lo bueno o hacia lo
malo según quisiera. La gracia divina no era indispensable para que el hombre
inclinara su voluntad hacia Dios y fuera salvo, de manera que negaba el pecado
original. Según él, Adán había sido creado en un estado neutral y, por lo tanto,
era capaz de hacer lo bueno y lo malo. Haciendo uso de esa libertad Adán
escogió pecar, pero su caída en el pecado no lesionó a nadie más que a él
mismo, y dejó a la naturaleza humana intacta para hacer lo bueno. No hay una
transmisión hereditaria de una naturaleza pecaminosa o de culpa, y
consecuentemente, no hay tal cosa como pecado original. El hombre aún nace en
la misma condición en la que estaba Adán antes de la caída.
La visión Agustiniana de la caída era
opuesta tanto a Pelagianos como a Semi-Pelagianos. Agustín decía que la
humanidad es una massa peccati (un lio de pecado) incapaz de
levantarse así mismo de la muerte espiritual. Para Agustín el hombre no podía
ni inclinarse ni moverse a sí mismo hacia Dios igual que un vaso vacío no puede
llenarse a sí mismo. Para Agustín la obra inicial de la gracia divina por la
cual el alma es liberada de la esclavitud del pecado es soberana y operativa.
Para garantizar que podemos cooperar con esta gracia tiene que obrar primero la
obra divina de liberación.
Agustín no negó que el hombre caído aún
tiene albedrio y que con tal albedrio puede tener opciones.
El argumenta que el
hombre caído aún tiene libre albedrío (liberium arbitrium) pero que
ha perdido su libertad moral (libertas). La condición en la que el hombre se
encuentra es miserable, no tiene la capacidad ni la voluntad de poder
inclinarse a Dios. Aun podemos elegir lo
que deseamos, pero nuestros deseos están atados permanentemente a nuestros
impulsos perniciosos. El, argumenta que la libertad que queda en la voluntad
siempre conlleva a pecar. Así en la carne somos libres solo para pecar, de
hecho es una libertad hueca. Es libre albedrío pero sin libertad, una verdadera
esclavitud moral.
Como podemos ver las diferencias entre
la doctrina pelagiana y agustina eran enormes, la primera se alejaba muchísimo
de la interpretación de las escrituras y la tradición de la iglesia. En el año
418 dc, la enseñanza pelagiana fue declarada herejía y fue el fin temporal de
la controversia.
Así como esta controversia afecto a la
iglesia en tiempos de San Agustín, muchos siglos después el fantasma del
pelagianismo se aparecería en Holanda allá por el siglo XVII, una nueva especie
de interpretación antropocéntrica de la doctrina de la predestinación, la
redención y el estado del hombre suscitaría la bonanza teológica que
disfrutaban los países bajos.
Un grupo de alumnos del teólogo Jacobo
Arminio (llamados Remonstrantes) presentan en 1610 a los Estados Generales (el
parlamento) de Holanda y
de Frisia una
protesta (remonstrance en inglés) en cinco artículos formulando
los puntos en que diferían con el calvinismo estricto.
Eran:
- El
decreto divino de la predestinación es condicional a la fe en el sujeto.
- La
expiación es universal no limitada o particular.
- El
hombre no puede ejercer una fe salvadora por sí mismo.
- A
través de la gracia de Dios (gracia preveniente) el hombre es capacitado
para responder al llamado del evangelio, pero no actúa de forma
irresistible en el hombre.
- Los
creyentes son capaces de resistir al pecado, pero no están libres de la
posibilidad de perder la gracia divina.
Esto provocó la reacción de los clérigos
y teólogos calvinistas formándose el Sínodo de Dordrecht en el periodo de
1618-1619, donde gran cantidad de teólogos, diputados, delegados del
palatinado, entre otras personas distinguidas de la sociedad debatieron y
refutaron los artículos de los remonstrantes.
En la sesión ciento veinticinco se votó
que los Cinco Artículos de los remonstrantes eran contrarios a la doctrina de
la Iglesia reformada y que sus objeciones a la Confesión y al Catecismo no
estaban apoyadas por la Escritura. Se designó un comité para expresar la
decisión final en forma de artículos, que fueron adoptados y firmados por todos
en la sesión ciento treinta y seis (23 de abril). La doctrina de la predestinación absoluta
se mantuvo, pero fueron específicamente cinco los puntos en los que se resumen
comúnmente la resolución del sínodo, titulada con el acrónimo TULIP:
- Total
depravity (Depravación total).
- Unconditional
election (Elección incondicional).
- Limited
atonement (Expiación limitada).
- Irresistible
grace (Gracia irresistible).
- Perseverance
of the saints (Perseverancia de los santos).
Aunque la doctrina remonstrantes fue por
un tiempo prohibida, luego de unos años el estado no vio en ellas peligro
permitiendo que las iglesias puedan enseñarlas. A lo largo de los últimos tres
siglos estas doctrinas fueron tomando fuerza en las denominaciones que fueron
surgiendo producto de las divisiones internas que sufrió el protestantismo,
siendo aún afectada por ellas el luteranismo y el anglicanismo.
Hoy en pleno siglo XXI aunque la gran
mayoría de las denominaciones evangélicas adoptan alguna forma de arminianismo,
hay un surgimiento y reavivamiento por el calvinismo. Y a este resurgimiento le
acontece una nueva discusión teológica, pero esta vez, el escenario es a la
inversa, la posición doctrinal mayormente aceptada es la que fracaso en el
sínodo de Dort.
En esta monografía me voy a enfocar solo
en tres puntos específicos, que es desde mi perspectiva son relevantes y
determinan que los siguientes puntos funcionen como eslabones de esta
resolución. Este punto es la predestinación o elección soberana de Dios en la
salvación del pecador. La acusación de los remonstrantes básicamente era que la
enseñanza de la predestinación calvinista atenta contra las Sagradas
Escrituras, reduce al hombre a un mero títere y pone a Dios en la posición de
un rey determinista y fatalista. Pero esta acusación es infundada y parte
de un prejuicio indebido. La doctrina calvinista de la predestinación
primeramente no es una interpretación privada y moderna, sino que es hija
inmediata del agustinismo.
El tema de la predestinación o elección
soberana de Dios antes de la fundación del mundo, según el consejo de su propia
voluntad, basado en su presciencia infalible y su sabiduría infinita, es el
objeto principal de este escrito. Defenderé la posición del Sínodo de Dort ante
el eventual error teológico que se asume el común denominador de las iglesias
evangélicas en pleno siglo XXI.
Abordaré desde la tradición
agustino-calvinista de la iglesia reformada holandesa, apoyándome en los
Cánones de Dort y en las Sagradas Escrituras, una respuesta a las acusaciones
de los teólogos remostrantes respecto a la predestinación impugnado tres de las conclusiones erróneas que hacen de
nuestra doctrina, esto es:
1- La
elección no es incondicional, sino condicional por la previsión de fe en la
criatura.
2- La
predestinación desde el punto de vista calvinista hace a Dios injusto.
3- La doctrina calvinista de la predestinación es
arbitraria porque Dios ordena de antemano el fin y condición de sus criaturas.
Ruego a Dios que me ayude en esta
empresa.
1.
Desarrollo: La predestinación según la iglesia reformada y el
conflicto con los remonstrantes.
1.1
Relación íntima de los términos predestinación y elección.
Predestinación y elección serán dos
palabras que frecuentemente leerán en este escrito. Por eso, lo primero que
haremos es definir la relación de la predestinación y la elección. Según J. M.
Bover estos términos no se pueden separar:
“Al decir que Dios nos eligió predestinándonos (o tal
vez habiéndonos predestinado) asocia San Pablo íntimamente la elección y la
predestinación, presentando la predestinación como una modalidad (o tal vez
como un prerrequisito o principio) de la elección”.[1]
Lo que Bover está diciendo es que la elección
es una determinación de la voluntad de Dios que manifiesta el deseo de expresar
favor especial a un sujeto entre muchos. Y predestinación es el acto
consiguiente a esta disposición o determinación.
1.2
La base de la elección nos es la previsión de fe, sino el puro afecto de su
voluntad.
En nuestro primer punto trataremos sobre
la cuestión de la elección, específicamente sobre la base por la cual Dios
escoge de antemano a hombres y mujeres para salvación en Cristo Jesús. Según la
teología de los remonstrantes, la base por la cual Dios escoge es la previsión
de fe en la criatura, ellos lo definen como elección
condicional.
En el primer artículo de la remonstrancia
presentado en el parlamento holandés se nos dice:
“Que
Dios, por un propósito eterno e inmutable en Jesucristo, su Hijo, antes de la
fundación del mundo, ha determinado, de la raza caída, pecaminosa de los
hombres, salvar en Cristo, por causa de Cristo, y a través de Cristo, aquellos
que por la gracia del Santo Espíritu creerán en este su Hijo Jesús, y
perseverarán en esta fe y obediencia de fe, por esta gracia hasta el fin; y,
por otra parte, dejar a los incorregibles e incrédulos en el pecado y bajo la
ira, y condenarlos como alienados de Cristo, según la palabra del Evangelio en
Juan 3:36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna, y el que no cree al Hijo,
no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece en él”, y según otros
pasajes de la Escritura”. [2]
Como dijimos de antemano, el
arminianismo de los remonstrantes afirma que la elección de Dios está basada en
la respuesta positiva de fe al llamo del evangelio.
Pero, ¿enseñan esto las Sagradas Escrituras
como aducen los discípulos de Arminio? La respuesta es no.
En la Epístola a los efesios, San Pablo
aborda esta doctrina de manera ordenada y clara, y cuando habla de predestinación
dice “por
cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que
fuésemos santos e inmaculados ante El en amor, predestinándonos a la adopción
de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad…” (Ef 1,4.-5).
Y sigue
remarcando, versículos más adelante, que la base de la elección está en El
mismo: “En El, en quien hemos sido hechos herederos, predestinados, según
el propósito de aquel que hace todas las cosas conforme al consejo de su
voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria nosotros los que ya
antes habíamos esperado en Cristo;” (Ef 1,11-12).
En estos dos
fragmentos de la epístola paulina a los efesios quedan claras dos cosas, la
primera es que la predestinación es un acto que está en conformidad con su
voluntad, lo cual significa que Dios por esta preordenación satisface su propio
deseo. La segunda cosa que nos comunica específicamente el segundo fragmento
citado es, que la predestinación es
parte del propósito de Dios y que este propósito está basado en el consejo de
su voluntad. Ósea que la base de la predestinación y la elección divina no
están por fuera de él, sino que nace del él y para él.
Los cánones de Dort enseñan que:
“Esta
misma elección fue hecha, no en virtud de prever la fe y la obediencia a la fe,
la santidad o alguna otra buena cualidad o aptitud, como causa o condición,
previamente requeridas en el hombre que habría de ser elegido, sino para la fe
y la obediencia a la fe, para la santidad, etc”. [3]
La causa de esta misericordiosa elección
es únicamente la complacencia de Dios, nace de su libre amor y compasión. El
solo hecho de pensar que Dios elige condicionado a la fe del hombre es un
atentado contra su libertad y soberanía. Prueba de esto es la elección del
patriarca Abraham, mostrando que de toda la masa de hombres, naciones y pueblos
eligió a un hombre común y corriente, hombre que no poseía ninguna
característica especial ni cualidad invaluable como para depositar en el tan
enorme promesa y testimonio. Solo a Abraham se le promete que su descendencia
seria bendita sobre todas las naciones, esta gracia y adopción es gratuita e
incondicional. Por eso la escritura dice: “Si Yahvé se ha ligado
con vosotros y os ha elegido, no es por ser vosotros los más en número entre
todos los pueblos, pues sois el más pequeño de todos los pueblos.” (Deut 7,7)
Dios es absolutamente soberano y libre
de salvar o no a los hombres. Si Dios hubiese dejado a los hombres muertos en
sus delitos y pecados, y consecuentemente perdidos y condenados, el seguiría
siendo perfectamente justo. Dios no elige y salva hombres por necesidad ni por
obligación, sino por amor y misericordia. La biblia al decir “y Yahvé respondió: “Yo haré pasar ante ti
toda mi bondad y pronunciaré ante ti mi nombre, Yahvé, pues yo hago gracia a
quien hago gracia y tengo misericordia de quien tengo misericordia;” (Ex
33,19). Y luego San Pablo dice, “Por
consiguiente, no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios, que tiene
misericordia” (Rom 9,15)
Otro texto que
trae muchísima más claridad a este debate se encuentra en 2 Tim. 1,9: “que nos salvó y nos llamó con vocación
santa, no en virtud de nuestras obras, sino de su propósito y de la gracia que
nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eternos”. El llamado de
Dios nace de una disposición santa, nace de Dios y de nada fuera de él, y si
esto no termina de convencer a los opositores de la gracia soberana de Dios,
entonces San Pablo remata diciendo que no es por una aptitud, facultad o
capacidad humana el causal de la elección, sino que es por su propósito eterno
de mostrar gracia por medio de Jesucristo en la eternidad pasada.
Juan Calvino
comenta respecto a este pasaje:
“Podemos, pues, concluir con toda
seguridad: Si Dios nos ha escogido para que fuésemos santos, entonces no nos ha
escogido por haber previsto que lo seriamos; pues son dos cosas contrarias, que
los fieles tengan santidad por elección, y que por esta santidad de sus obras
hayan sido elegidos”[4]
En resumen, lo
que los remonstrantes o arminianos llaman gracia condicional es la doctrina que
enseña que Dios eligió habiendo previsto, de la misma masa de hombre caídos y
por la acción de la gracia de Espíritu Santo en ellos, a aquellos hombres que
no resistirían esta gracia capacitadora y tendrían fe genuina y perseverante.
Esto ha quedado
expuesto en este primer artículo como una doctrina inconsistente con lo que las
Sagradas Escrituras revelan del carácter de Dios y su relación con el decreto
de la elección. Si Dios elige por la previsión de fe, entonces la criatura
tiene participación necesaria y activa en la salvación, lo que en resumidas
cuentas nos manifiesta es que, por esta dignidad conocida anticipadamente, Dios
elige. Y si seguimos con esta secuencia deductiva tenemos que decir entonces
que la salvación ya no es gratuita, puesto que dependería de una obra, la fe del
hombre.
En cambio el
argumento calvinista, defendido por el Sínodo de Dort, hace justicia a la
revelación de Dios en las Sagradas Escrituras. Algunas razones hemos presentado
desde la teología Paulina, donde hayamos mejor explicado este misterio de la elección
divina, y creemos que es contundente el apóstol al dejar en claro que Dios es
absolutamente soberano en su decisión de salvar a un grupo determinado de
pecadores, escogidos de la misma masa de hombres caídos, en los que Dios
libremente y por el sabio consejo de su voluntad, predestino en Cristo Jesús para
que fuesen salvados de sus pecados de manera completa e integral.
2.3 La
predestinación soberana de Dios hace a Dios injusto.
La segunda
objeción o acusación que los remonstrantes hacían a la doctrina de las iglesias
reformadas era que esta misma convertía a Dios en injusto, que hace acepción de
personas. Es común que loa arminianos digan cosas como:
“Elegir arbitrariamente unos para
la salvación y otros para la condenación niega aquel atributo moral divino del
amor” o “La doctrina de la doble
predestinación calvinista es un terror para los hombres que, conocedores de la
doctrina, viven preguntándose si son o no elegidos. Ella es irreconciliable con
el Dios de amor”.[5]
Pero esta presuposición
es completamente errada y parte de una mala comprensión del calvinismo. San
Pablo es contundente en la epístola a los romanos: <<cuando aún no habían
nacido ni habían hecho aún bien ni mal, para que el propósito de Dios, conforme
a la elección, permaneciese no por las obras, sino por el que llama, le
fue a ella dicho: <<“El mayor servirá al menor”; según lo que está
escrito: “Amé a Jacob más que a Esaú.” ¿Qué diremos, pues? ¿Qué hay injusticia
en Dios? ¡Eso no! Pues a Moisés le dijo: “Tendré misericordia de quien tengo
misericordia, y tendré compasión de quien tengo compasión.” Por consiguiente,
no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia.
Porque dice la Escritura al Faraón: “Precisamente para esto te he levantado,
para mostrar en ti mi poder y para dar a conocer mi nombre en toda la tierra.”
Así que tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere le endurece. >>
(Ro. 9)
Pareciera que el
apóstol de los gentiles se anticipara a las objeciones de aquellos que intentan
poner en el hombre la causa de la elección. Es más que claro, y aun no cite la
estocada final de San Pablo, que Dios es absolutamente libre en su decreto
electivo y de ninguna manera esto lo hace injusto o desamorado.
Pero el grave error de los discípulos de
Arminio en este asunto es la concepción que tienen del estado del hombre. Para
los remonstrantes el hombre no está corrompido totalmente, al punto que todos
sus afectos son esclavos del mal y que el hombre por cuenta propia no puede
hacer lo bueno en la medida que Dios demanda. Ellos argumentan que, si bien el
pecado afecto al hombre en todos sus afectos, esto no es total sino parcial.
Con esto afirman que si bien todos los hombres están bajo pecado, el hombre aún
tiene la capacidad libre de elección. Y
es por esta capacidad que aun poseen que Dios prevé anticipadamente quienes lo
elegirán libremente.
Por eso, dentro de su sistema de
pensamiento no se concilia la idea de Dios eligiendo soberanamente sin esperar
nada de la criatura. Pero nuevamente San Pablo destruye a quienes quieren
torcer el sabio consejo de Dios al decir en Romanos: “Pero me dirás: Entonces, ¿por qué reprende? Porque ¿quién puede
resistir a su voluntad? ¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pedir
cuentas a Dios? Acaso dice el vaso al alfarero: ¿Por qué me has hecho así? ¿O
es que no puede el alfarero hacer del mismo barro un vaso de lujo y un vaso
ordinario? Pues si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder,
soportó con mucha longanimidad a los vasos de ira, maduros para la perdición,
y, al contrario, para manifestar la riqueza de su gloria, cobró
misericordiosamente] sobre los vasos de misericordia, que El preparó para la
gloria, es decir, sobre nosotros, los que El llamó, no sólo de los
judíos, sino también de los gentiles.”
Por eso el
Sínodo de Dort es tan claro en su primer artículo, donde sin ningún tipo de
especulación filosófica dice:
Puesto que todos los hombres han pecado en
Adán y se han hecho culpables de maldición y muerte eterna, Dios, no habría
hecho injusticia a nadie si hubiese querido dejar a todo el género humano en el
pecado y en la maldición, y condenarlo a causa del pecado, según estas
expresiones del Apóstol: ...Para que toda boca se cierre y todo el mundo quede
bajo el juicio de Dios... por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
Gloria de Dios (Rom. 3:19,23). Y: Porque la paga del pecado es la muerte...
(Rom. 6:23).[6]
Es claro que los
arminianos no han podido comprender el hecho que ningún hombre merecía ser
elegido, porque todos estaban bajo pecado cuando los contemplo en la eternidad
pasada, Dios predestino a hombres ya caídos y por lo tanto bajo juicio. Así que
la justicia y santidad de Dios siguen intactas, puesto que él podría no haber
salvado a nadie y seguir siendo justísimo o salvado a tan solo un hombre y su
justicia seguiría impoluta.
No nos
avergonzamos en decir que existe un misterio incomprensible en este obrar de
Dios, pero ¿acaso no fue lo que dijo el mismo apóstol San Pablo?, “Pues Dios nos encerró a
todos en la desobediencia, para tener de todos misericordia. ¡Oh profundidad de
la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus
juicios e inescrutables sus caminos! Porque “¿quién conoció el
pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién primero le dio, para
tener derecho a retribución?” (Ro. 11. 32,35)
Juan Calvino
respecto a estos versículos comenta:
Por eso el apóstol no anduvo con
subterfugios ni busco falsas excusas, como si no encontrara otra salida,
simplemente demostró que la justicia de Dios es demasiado profunda y sublime
para poder ser determinada con medidas humanas, y ser comprendida por algo tan
limitado como es el entendimiento del hombre.[7]
Pero a pesar de
lo incomprensible que nos pueda resultar la justicia de Dios, algo está más que
claro, Dios no comete ningún tipo de acepción ni injusticia al elegir
soberanamente de la misma masa de hombres pecadores, un grupo ciertísimo para
mostrar en ellos su gracia y amor especial; y a el resto dejarlos en el estado
en que se encuentran, en condenación.
Por otra parte,
la elección soberana de Dios magnifica su gracia, pues a los que predestino
realmente los sobrecogió en ella, esto lo sabemos porque San Pablo nos dice: “pero
Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos
dio vida con Cristo — de gracia habéis sido salvados…” (Ef. 2,4-5)
Que el amor de
Dios reposara sobre nosotros, siendo tan malos como podíamos, pecadores
impenitentes, insensatos y perversos, y aun así Dios nos amara y nos diera vida
nueva en Cristo es un acto de gracia pura. Gracia que no solo no merecíamos,
sino que en verdad, merecíamos todo lo opuesto, la condenación justa de Dios. Y
sigue el apóstol en la epístola a los efesios diciendo: “y
con Él nos resucitó y nos sentó en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar
en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia, por su bondad hacia
nosotros en Cristo Jesús. Pues de gracia habéis sido salvados por la fe, y esto
no os viene de vosotros, es don de Dios;' no viene de las obras, para que nadie
se gloríe;' que hechura suya somos, creados en Cristo Jesús, para hacer buenas
obras, que Dios de antemano preparó para que en ellas anduviésemos” (Ef. 2,
6-10)
Una y otra vez nos dice la biblia que no
fuimos salvados por Dios por merito nuestro, sino por la libre gracia de Dios.
No hay lugar para especulaciones cuando la biblia es tan clara. Dios elige
basado en su sabio consejo de la misma masa de hombre caídos unos para
salvación y otros los deja en el estado de condenación, es los primeros para
mostrar su gracia y amor, y a los segundos para mostrar en ellos su justicia.
No hay injusticia alguna en Dios y en la doctrina de la predestinación
calvinista se hace justicia a los revelado en las sagradas escrituras.
2.4
Que Dios ordene de antemano el fin y condición de sus criaturas, no hace a Dios
arbitrario, sino soberano.
Respecto a este punto se han suscitado
los más calurosos debates y no solo los arminianos han alzado su voz contra la
elección soberana de las iglesias reformadas, sino también los llamados
molinistas. La cuestión en conflicto para muchos teólogos están en la aparente
dicotomía que surge entre la soberanía de Dios en la elección y el libre
albedrio del hombre.
Si Dios elige de antemano
incondicionalmente a quienes desea salvar y también establece los medios
efectivos para que este decreto se cumpla por medio de las causas segundas,
entonces (deducen los arminianos) el hombre es un mero títere y su voluntad es
violentada, por lo tanto, cuando los evangelios relatan las invitaciones de
Jesús como: “Venid a mí todos los que
estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré” (Mt 11,28), no lo hace
honestamente ni es un llamado sincero, porque los que no fueron electos no
podrán ir de ninguna manera.
Lo primero que debe contestarse a este
tipo de objeciones es que ni Dios es arbitrario ni el hombre es un mero títere
al cual Dios violenta su libertad, la confesión de Westminster nos enseña lo
siguiente:
“Dios
desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordeno libre e
inalterablemente todo lo que sucede. Sin embargo, lo hizo de tal manera, que
Dios ni es autor del pecado, ni hace violencia al libre albedrío de sus
criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino
más bien las establece”[8]
Este artículo confesional nos explica
que todo lo que llega a acontecer es por el sabio y santo consejo de Dios, este
decreto es absolutamente libre y no puede sufrir ningún tipo de alteración.
Aunque es cierto que todo lo que acontece es orden de Dios, no se concluye que
Dios obre siendo primera causa de todos los sucesos, sino que determino que
gran parte de las cosas que suceden sean llevadas a cabo por las causas
secundarias.
Pensemos en Adán por un momento, ¿Cómo
es que llega a caer en pecado? La caída de Adán está claramente vinculada con
el decreto permisivo de Dios, y acá la palabra permisivo es clave, como bien
dice la confesión de Westminster, Dios estableció que por medio de las causas segundas
sean llevados a cabo muchos de sus designios. La caída de Adán y Eva es un
evento que se lleva a cabo por este mismo medio, vemos que la serpiente no
estaba de causalidad en el huerto mientras Eva andaba sola, inclusos la
tentación de satanás tiene relación directa con el mandamiento que Dios les
había dado “No comer del árbol de la ciencia”, entonces debemos preguntarnos
¿Fue este evento azaroso? ¿Es la astucia de la serpiente mayor que la
omnisciencia y omnipresencia de Dios? De ninguna manera, este suceso estaba
preestablecido desde antes de la fundación del mundo, sino fuese así entonces
se menoscaba la naturaleza de Dios reduciéndolo a una divinidad vulnerable,
impotente y falible.
Si la caída de Adán no fue preestablecida
por Dios, entonces que hacemos con el siguiente versículo: “considerando
que habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de vuestros
padres, no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero
sin defecto ni mancha, ya conocido antes de la creación del mundo y manifestado
al fin de los tiempos por amor vuestro;” (1Pe. 1,20). El “ya conocido”
es comúnmente traducido por “preordenado”,
ósea que lo que el pasaje nos está diciendo que Cristo Jesús ya estaba
predestinado desde antes de la fundación del mundo para ser el redentor de los hombres.
Y si esto es cierto ¿Por qué Dios preestablecería la medicina para una
enfermedad que él no prescribió? Nuevamente si se sigue la lógica de los remonstrantes
se tiene que concluir que Dios es impotente y que no puede tener ninguna
certeza del futuro.
Así como hemos establecido
que Dios preordeno la caída del hombre sin ser el autor del pecado ni violo la
libertad de sus criaturas, lo aplicamos a la elección soberana. Tenemos el
testimonio de San Agustín que nos dice:
“Saludablemente confesamos lo que rectisimamente creemos, que Dios, que
es Señor de todas las cosas, y que todas las ha creado en gran manera buenas, y
que ha previsto que lo malo surgiría de lo bueno, y supo que a su omnipotente
bondad le convenía mas convertir el mal en bien que no permitir que existiera
el mal, ha ordenado de tal manera la vida de los ángeles y de los hombres, que
primero quiso mostrar las fuerzas del libre albedrio, y después lo que podía el
benefíciense su gracia y su juicio justo”.[9]
Vemos con San Agustín no
tenía ningún reparo en confesar la previa ordenación tanto de ángeles como
personas para un destino específico, siendo la condenación producto del pecado
al que el hombre incurre por su propia voluntad o siendo la gracia salvadora
que beneficia a quienes Dios predestina.
Debería bastarle a los
opositores de esta doctrina el testimonio del profeta Daniel que dice: “Y todos los moradores
de la tierra por nada son contados: y en el ejército del cielo, y en los
habitantes de la tierra, hace según su voluntad: ni hay quien estorbe su mano,
y le diga: ¿Qué haces?”(Dn 4,35). O
el testimonio de San Pablo antes mencionado en el capítulo nueve de la epístola
a los romanos cuando dice, “¿Qué diremos,
pues? ¿Qué hay injusticia en Dios? ¡Eso no!”(V.13) refiriéndose a la
elección de Jacob por encima de Esaú. O cuando en el mismo capítulo dice, “Así que
tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere le endurece. Pero me
dirás: Entonces, ¿por qué reprende? Porque ¿quién puede resistir a su voluntad? ¡Oh
hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? Acaso dice el vaso al
alfarero: ¿Por qué me has hecho así?”(V.18, 19,20).
Pero como conocemos que el
espíritu del hombre es inquieto y cuando está obsesionado con contradecir no
bastan los argumentos, necesitamos reforzar nuestra postura con la mayor
cantidad de evidencias posibles. Por eso creo que el Evangelio según San Juan
tiene una porción en el capítulo diecisiete que nos dará una ventaja mayor
sobre nuestros adversarios, la conocida oración sumo sacerdotal de Jesús es muy
conveniente examinarla y comentarla en este texto. Cuando Jesús dice por
ejemplo en el versículo seis: “He manifestado tu
nombre a los hombres que de este mundo me has dado. Tuyos eran y tú me los diste,
y han guardado tu palabra”, o en el verso
nueve “Yo ruego por ellos; no ruego por
el mundo, sino por los que tú me diste; porque son tuyos”, es claro que
Jesús manifestó a Dios solo a aquellos hombres que el Padre había predestinado,
la frase “tuyos eran y tú me los diste”
claramente hablan de una elección anticipada de estos sujetos, y vemos aún más
reforzado este argumento cuando el Señor dice que no ora por el mundo, sino solo
por aquellos que El Padre le dio y como más adelante nos revelara este Evangelio,
específicamente en el versículo veinte cuando dice, “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer
en mí por la palabra de ellos”.
Y para concluir con este
punto me gustaría mencionar una porción más de las sagradas escrituras que se
encuentra en Hechos de los apóstoles, versículo dos, cuando San Pedro en su
discurso al pueblo reunido en Jerusalén dice: “Varones israelitas, escuchad
estas palabras: Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con
milagros, prodigios y señales que Dios hizo por El en medio de vosotros, como
vosotros mismos sabéis, a éste,
entregado según los designios de la presciencia de Dios, le alzasteis en la
cruz y le disteis muerte por mano de los infieles”. En este pasaje veremos que el apóstol menciona dos
cosas importantes, Jesús es entregado por el Padre según el determinado consejo
de su voluntad, sin embargo, son los
hombres que lo acusaron y llevaron ante Pilato los culpables de aquel terrible
acto de injusticia sobre su Mesías.
Aquí se deja ver esa clara
relación que existe entre el decreto de Dios y la responsabilidad humana. El
padre escogió a su Hijo para ser el redentor del mundo, y el mismo preordeno
toda su obra redentora, incluyendo claramente el paso por el Gólgota, sin
embargo fueron los enemigos de Jesús quienes lo crucificaron y quienes son
acusados por Pedro de tal terrible acto.
No hay tal cosa como una
contradicción o dicotomía entre el decreto de Dios y la responsabilidad humana,
aunque no negamos que exista una manera misteriosa de Dios para obrar en este
asunto, las Sagradas Escrituras son rotundas en enseñar que existe una estrecha
relación entre ambas y no por eso se puede acusar a Dios de arbitrario o
determinista, ni librar al hombre de la culpa de sus acciones.
Los cánones de Dort
declaran:
“La Sagrada Escritura nos muestra
y ensalza esta gracia divina e inmerecida de nuestra elección mayormente por el
hecho de que, además, testifica que no todos los hombres son elegidos, sino que
algunos no lo son o son pasados por alto en la elección eterna de Dios, y estos
son aquellos a los que Dios, conforme a Su libérrima, irreprensible e inmutable
complacencia, ha resuelto dejarlos en la común miseria en la que por su propia
culpa se precipitaron, y no dotarlos de la fe salvadora y la gracia de la conversión
y, finalmente, estando abandonados a sus propios caminos y bajo el justo juicio
de Dios, condenarlos y castigarlos eternamente, no sólo por su incredulidad,
sino también por todos los demás pecados, para dar fe de Su justicia divina. Y
este es el decreto de reprobación, que en ningún sentido hace a Dios autor del
pecado (lo cual es blasfemia, aún sólo pensarlo), sino que lo coloca a Él como
su Juez y Vengador terrible, intachable y justo.”[10]
Así concluimos entonces que
la libre elección de Dios según las iglesias reformadas y calvinistas no puede
ser acusada de arbitraria ni mucho menos de injusta bajo los argumentos
esgrimidos.
Conclusión:
Así pues hemos recorrido por
estos tres puntos, desde mi opinión de los más controversiales que han
suscitado dentro de la discusión teológica de las iglesias reformadas.
Como hemos visto en la
introducción la discusión respecto a estos temas sigue vigente aun en el siglo
XXI, por lo menos dentro del marco de las iglesias protestantes, y no es para
sorprenderse puesto que nuestro lema más importante y a la vez mas olvidado es“Ecclesia
reformata semper reformanda est secundum verbum Dei”, ósea, “La iglesia reformada siempre
reformándose de acuerdo a la Palabra de Dios”. Nosotros no rehuimos a
discutir nuestros dogmas ni catecismos o confesiones, siempre que seamos
convencidos por las escrituras y por la razón de que estamos equivocados, nos
retractaremos del error y proseguiremos a enmendarlo.
Pero en la
discusión planteada en esta monografía estamos más que convencidos que hacemos
eco de lo que las Sagradas Escrituras nos enseñan, respecto al decreto de Dios
de la elección y la predestinación divina. Es por eso que el corazón del
calvinista es ferviente y apasionado en defender esta doctrina desde el
principio de la soberanía de Dios, porque creemos que la biblia exalta el carácter
soberano y legislador de Él, pero también podemos ver que exalta su gracia y
amor al revelarse por medio de Jesucristo a nosotros, su pueblo amado y
escogido desde antes de la fundación del mundo.
El primer
punto trato del móvil de la elección, es cierto que la cuestión es muy
filosófica, pero no hay poco material en la Biblia que hable al respecto y nos dé
una idea clara de lo que movió a Dios a decretar la elección y predestinación
de un grupo particular de hombres y mujeres para hacerlos participes de la
gracia de su Hijo Unigénito. Este móvil es para los discípulos de Arminio, los
Remonstrantes, la previsión de fe en la persona, en sencillas palabras, Dios
por su anticipado conocimiento de todas las cosas, eligió de toda la humanidad
caída, solo a aquellos que responderían voluntariamente al llamado del
evangelio y tendrían fe perseverante. A estos, entonces Dios eligió y
predestino, basando su elección no en sí mismo, sino en la criatura.
Alegamos
entonces, en concordia con los Cánones de Dort y otros escritos de Juan Calvino
que es un gravísimo error poner la causa de la elección en la criatura,
menoscabando así la dignidad de Dios, poniéndolo al mismo nivel que el hombre,
y dejando a merced de un libre albedrio completamente inclinado al mal, la fe
en Jesucristo.
No solo esto
nos resulta extraña esta formulación doctrinal, sino que no la podemos hallar
dentro de las Sagradas Escrituras. Pero lo que si hallamos son las
declaraciones de San Pablo que nos dice que Dios tiene misericordia de quien él
quiere, y también, que de la misma masa de hombres caídos preparo de
antemano, unos para hacer notorias las riquezas de su gracia y otros para
mostrar su justicia. Por eso es que el Sínodo de Dort rechazo este postulado y concluyó,
al igual que quien suscribe estas palabras, que Dios elige y predestina sobre
la base de su libre y sabio consejo de su voluntad, es decir, Dios elige
soberanamente a quien él le place, no mirando nada en la criatura, más que su
pecado e indignidad, pero escogiéndolos para la bienaventuranza de la
salvación.
La segunda
cuestión que abordamos fue la cuestión de si la predestinación soberana de Dios
lo hace injusto o no. Y concluimos que Dios por naturaleza no puede ser injusto
bajo ningún punto de vista, puesto que él es justísimo en todo lo que hace.
Pero también argumentamos que el hecho de que Dios predestine a la criatura
para salvación y deje al resto de la
humanidad caída en condenación no es de ninguna manera una injusticia.
Mencionamos a
San Pablo en su Epístola a los romanos, cuando en el capítulo nueve argumenta
que la elección puede verse en la historia de Jacob y Esaú, y como Dios amo más
a uno que a otro, y lo bendijo grandemente; y todo esto según San Pablo para
demostrar que Dios es quien llama a quien quiere y no por la obras de los
hombres, termina concluyendo con una pregunta ¿Concluiremos que hay injusticia en Dios? Y responde de manera
rotunda, “de ninguna manera”.
De allí se toma
claramente el Sínodo de Dort para rechazar la acusación de los remonstrantes de
que hay injusticia en Dios al haber escogido a un número ciertísimo de hombre y
mujeres para salvación y vida eterna. Dios, no habría hecho injusticia a nadie
si hubiese querido dejar a todo el género humano en el pecado y en la
maldición, y condenarlo a causa de su iniquidad. Y si hubiese querido salvar
también a un solo hombre de toda la humanidad, su justicia seguiría intacta.
El grave
problema del arminianismo remonstrante es que no logra ver que el hombre no
merece más que la condenación por su transgresión a la ley divina, su
inmoralidad y pecado no tiene límites, y si los haya es porque Dios refrena el
mal de los hombres. Por eso la elección soberana exalta a un más la gracia de
Dios, puesto que El no pasa por alto a sus escogidos dejándolos sin juicio y
castigo, sino que emite su juicio y su castigo sobre una víctima que posee la
dignidad absoluta para propiciar la ira de del Padre, redimir por medio de su
sangra a estos elegidos y santificarlos por completo.
La justicia de
Dios es perfecta, y Cristo se hizo justicia de Dios por nosotros como lo enseña
el Apóstol San Pablo.
Por eso
concluimos en este punto que Dios no comente ningún tipo de acepción ni
injusticia al elegir soberanamente de la misma masa de hombres pecadores, un
grupo ciertísimo para mostrar en ellos su gracia y amor especial; y al resto
dejarlos en el estado en que se encuentran, en condenación.
La tercer y
última cuestión que emprendimos trata de la relación que existe entre el
decreto y la providencia divina. Afirmamos los calvinistas que Dios ordena de
antemano el fin y condición de sus criaturas y que esto no hace a Dios
arbitrario, sino soberano.
Reconocemos,
como también Juan Calvino lo hace en su Institución
de la religión cristiana, que hay un límite en nuestra comprensión de este
misterio, pero que sopesar de ello las escrituras nos demuestras que no hay
discordancia entre la soberanía de Dios en sus decretos y la libertad de sus
criaturas. Afirmamos que Dios obra misteriosamente haciendo siempre lo que a él
le place, de acuerdo a su sapientísimo y santísimo consejo, sin embargo lo hace
de tal manera que no coacciona o violenta la libertad de sus criaturas.
Por eso los
documentos, confesiones, catecismos y cánones reformados declaran que Dios
ordena libre e inalterablemente todo lo que llega a acontecer, incluyendo el
destino de los hombres. En este plan divino, Dios ha prefijado todos los medios
por los cuales las criaturas llegan a cumplir con sus designios. Aquí es donde
surge la controversia con nuestros hermanos los remonstrantes, actualmente
conocidos como arminianos. Para ellos esto conlleva a una imagen arbitraria de
Dios y les es incomprensible que el Señor actué de determinada manera, pero aun
que así lo fuera, respondemos que la incomprensibilidad de Dios no es argumento
para rechazar lo que las escrituras enseñan y como diría San Pablo, ¿Quién eres
tú, oh hombre para que alterques con Dios?
El primer pasaje
que usamos para apoyar nuestro postulado es aquel que San Pedro nos dice que
Cristo fue ordenado antes de la
fundación del mundo (1Pe 1,20), y si Cristo fue ordenado antes de que todo
fuese creado, y su acaecimiento histórico fue completamente eficaz, no pudiendo
se imponer nada en su camino, sino que se cumplió cada una de las profecías
dadas en el Antiguo Testamento, y todas las dadas por Jesús a sus discípulos,
incluyendo la traición de Judas y los sufrimientos vicarios de Cristo
perpetrados por su propio pueblo, ¿No es justo decir entonces que Dios
preordena todo desde antes de la fundación del mundo y que todo lo que llega a
acontecer es por su decreto? Y si Dios preordeno el destino de su propio Hijo,
¿Cuánto mas no lo haría con sus criaturas?
Y el segundo
pasaje es aquel que refuerza esta idea que se propone arriba, San Pedro
nuevamente en el libro de los Hechos, capítulo dos, en su discurso en
Jerusalén, nos dice que Jesucristo fue “entregado
por el determinado consejo de Dios” y otro pasaje en la epístola a los
Hebreos, capitulo nueve, nos dice que “Cristo
se ofreció así mismo” son una muestra que Dios no es arbitrario en sus
decreto, sino que se cumplen de tal manera que no se quita la libertad de las
causas secundarias ni se violenta la libertad de los hombres.
Por estas
razones concluimos que Dios no es injusto ni arbitrario al designar un destino
específico para su creación, incluyendo así el destino de los hombres, pero que
esta doctrina debe estudiarse entendiendo que nuestra comprensión del obrar de
Dios es un misterio y no debemos ir más allá de lo que revelan las Sagradas
Escrituras. De lo que si estamos seguros es que Dios no puede ser acusado de
injusto ni de obrar el mal en la criatura, cualquiera que llegue a estas
conclusiones ha perdido la razón y comete un gravísimo pecado, incurriendo en
herejía.
Dios es justísimo,
santísimo, sapientísimo y todo lo que obra lo hace es bueno, perfecto y para su
propia gloria.
¡Soli Deo
Gloria!
Bibliografía.
Bover, J.M. “Teología de San Pablo”, Madrid, B.A.C.,
1961
Fries, Henrich, “Conceptos fundamentales de la teología”, Madrid,
Ediciones Cristianas, 1966.
Schmaus,
Michael, “Teología dogmática III, Dios
Redentor”, Madrid, Ediciones Rialpsa, 1962.
Calvino, Juan, “Institución de la religión cristiana”,
España, Felire, 2002.
Mildred Bangs
Wynkoop, “Bases Teológicas de Arminio y Wesley”, EEUU, Casa Nazarena de Publicaciones, 1990.
R. Zwinglio, “Una introducción al
arminianismo”, Brasil, Sal cultural, 2015.
Bibliografía secundaria:
Catecismo de
Heidelberg.
Confesión de Fe
de Westminster.
Los Cánones de
Dort.
Biblia
Nácar-Colunga.
Biblia Reina-Valera
1960
[2]Mildred Bangs Wynkoop, Bases Teológicas de Arminio y Wesley, casa
Nazarena de Publicaciones, 1990, 61.
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